¿Locos peligrosos? Manicomios y la caricatura de las enfermedades mentales

  • Categoría de la entrada:Opinión
En este momento estás viendo ¿Locos peligrosos? Manicomios y la caricatura de las enfermedades mentales
Sam Moghadam vía Unsplash

Las historias reales sobre manicomios son relatos espeluznantes de gente que sufre y termina más loca de lo que está. Esto fue caldo de cultivo para los creativos de horror, quienes se inspiraron en este sufrimiento para dar origen a escenarios de pesadilla.

En definitiva, son un grupo de personas encerradas en contra de su voluntad entre cuatro paredes, y que deben hacer frente a traumas eternos, a la cuestionable línea entre la realidad y la fantasía, y la eventualidad de un asesinato cruel. Es la premisa de historias como Pesadilla en la Calle Elm III: los Guerreros del Sueño, La Isla Siniestra, Gonjiam: Hospital Maldito; entre muchas otras.

Seguramente, tu espíritu aventurero se estará preguntando cómo habrá sido estar en un manicomio durante una noche, una semana o, quizás, un par de años. El contacto con locos peligrosos, terroríficos, con la mente chafada y que podrían despellejarte al más mínimo descuido suena intrigante.

No obstante, es conocido que la ficción exagera la realidad y este caso, en particular, se destaca por llevar las historias hacia el límite de la caricatura.

En otras palabras, estos relatos —y quienes los escribimos— tenemos la culpa de que veamos a las personas con enfermedades mentales como locos inestables y peligrosos.

¿Cuánto de verdad hay en esto? ¿Está bien personificar a las personas con enfermedades mentales como potenciales agentes de peligro como en estas historias?

Ficciones de locos

¿Recuerdas a los manicomios en la ficción?

Generalmente, son centros de reclusión de estilo carcelario. La sala principal está llena de gente perturbada llena de tics, vestida en batas de hospital, pacificados a pura pastilla. Todos son cooperadores; de lo contrario, comienza una escena de gente sufriendo, desesperada o carente de autocontrol, torturada por enfermeros que los encierran a la fuerza en camas acolchadas para evitar que se hagan daño. Eso sin contar las paredes rayadas con símbolos extraños y cosas raras.

¿Ejemplos? «El Libro de las Sombras: El Proyecto de la Bruja de Blair 2», «En la Boca del Miedo», «12 monos», etc.

Por otra parte, existe la historia del manicomio abandonado, lleno de fantasmas que replican el sufrimiento que tuvieron en vida. Justificaciones hay muchas. Médicos tan psicópatas como sus pacientes, experimentando y torturando a su antojo, regocijándose con el sufrimiento amparado por el secretismo que ofrece un manicomio. O reclusos que, cansados de los abusos, se amotinaron y secuestraron a todo el personal para manifestar sus fetiches y manías sobre ellos sin ninguna clase de control. Obviamente, estos crímenes quedaron impunes. El relato reanima a estos fantasmas para que corra la sangre de los curiosos que visitan el manicomio.

Lo bueno de todas estas historias de locos es que se sirven de una serie de recursos útiles para ocasionar terror.

En primer lugar, existe una carga exagerada de violencia, secretos, torturas e injusticias que te hacen cuestionar el ambiente en el que se vivió. La sangre salpica las paredes y los gritos dominan escenarios donde locos, o sus espíritus, continúan el legado de sufrimiento para perturbar nuestra consciencia.

En segundo lugar, estas historias introducen uno de los recursos más especiales (y difíciles) que encuentro en la ficción en general: el no saber diferencias la realidad de la fantasía. Ese sentimiento de inestabilidad donde no tienes consciencia plena de lo que oyes o de lo que ves, si estás haciendo todo bien, si no confundiste a tus hijos con unas cucarachas o a tu padre con un perro. Hay algo que permanece oculto sobre todo para tu mente y el mal proviene, precisamente, desde allí.

Es el fundamento perfecto para definir el llamado horror psicológico.

Por último, estas ficciones introducen a dos estereotipos típicos y casi exclusivos de estas historias:

  • El loco peligroso. Un maniático-compulsivo-demente-esquizofrénico-insano. Las tiene todas. Su figura es peligrosa a simple vista: un ojo salido, dientes horribles, tajos en el rostro, mirada de obsesión. Además, tiene una serie de manías que generan un disgusto perturbador. Su actuar es sumamente impredecible, azaroso y errático. ¿Hace el bien? ¿Hace el mal? ¿Culpable o inocente? Nadie lo sabe. Mejor alejarse.
  • El médico torturador. Se regocija con la tortura. Para ello pone en práctica experimentos y drogas sobre los enfermos al más puro estilo «Hostal». Algunos, inclusive, diseccionan a sus pacientes como si fueran animales de laboratorio y otros dotan a sus pacientes de poderes extraños para mantenerlos bajo su dominio. Muchos mantienen un ego más grande que sus propias hazañas. Una prueba de que están más chiflados que sus pacientes. Personalmente, la considero una de las representaciones médicas más realistas que existen en la ficción.

Todas aquellas características resumen las ficciones al interior de los manicomios. Su influencia se puede ver en otras historias: videojuegos, animaciones y películas; contribuyendo a fijar una imagen mental que es muy difícil de erradicar.

Algo injusta cuando pensamos en la naturaleza real de los manicomios.

El horror de vivir en un manicomio

Los manicomios sí eran verdaderos centros de tortura. Sus víctimas no sólo eran gente con enfermedades mentales, sino que también gente convenientemente «loca»: putas, mendigos, delincuentes sin remedio y, sobre todo, adversarios políticos peligrosos para el control de la población.

Nunca comas guaguas. Es cosa de locos (y comunistas).

Estos centros funcionaron durante siglos con el fin de curar a pacientes que terminaban aún más locos con las técnicas que se usaban, precisamente, para curar la locura:

  • Agua congelada.
  • Electroshocks.
  • Lobotomías.
  • Drogas experimentales.

Entre otras torturas más. Su objetivo final consistía en pacificar al paciente, convertirlo en una mascota zombie que no alega ni necesita hacer nada para vivir. Sólo así se determinaba a un individuo sano para volver a la sociedad.

Nunca volvía. De la tortura nadie vuelve.

Entonces, ¿por qué se permitía?

Por el afán de controlar a algunas personas para situaciones provechosas. Por ejemplo, beneficiar a algún pariente de diente largo con intenciones de administrar una herencia ajena mientras el loco «se pone bien», cosa que jamás ocurría.

Estas experiencias, por más ficticias que suenen, son reales. La escuché cuando visité el antiguo psiquiátrico de Santiago.

El abuso se perpetraba gracias al absoluto hermetismo del manicomio, donde la falta de regulación operaba en impunidad. El médico era amo, dueño y señor de todas las técnicas aplicadas, sin ninguna justificación más que su experiencia y conocimiento sobre enfermedades mentales; dolencias cuyos estudios estaban en pañales y poco se sabía acerca de cómo tratarlas.

Qué raro. Un médico psicópata en búsqueda de provecho. ¿Quién lo pensaría?

El testimonio de una paciente confirma este maltrato en la obra Manicomio. Ella asevera que su vida se transformó de forma negativa por el terrible malestar de permanecer allí. Aceptó la reclusión forzada y el tratamiento convencida de que de esa forma no haría daño a los demás. Al final, puso su propia integridad en juego.

El antecedente se prueba a través de la popularidad de los manicomios en España y Francia con el objetivo de mantener calles limpias de todo lo indeseable. En Chile conocimos bastante bien de eso durante los 80′, con el uso de torturas para pacificar a las personas.

Y nunca se logró.

La consciencia y la libertad siempre prevalecen.

Estoy seguro de que esto te gustará

foto de un pescado

El día de San Simón

Simón Ángel está preocupado: Tras adivinar las peores calamidades de la humanidad, salvar a la gente y forrarse en dinero, ha vaticinado su propia muerte

Verdades y mentiras de los manicomios en las historias de terror

Como podrás ver, lector, ya desvelé parte de esto. Ahora me concentraré en situaciones más concretas para despertar tu entendimiento, precisamente, sobre las enfermedades mentales en ficción vs. la realidad.

Mito 1: Los manicomios eran cárceles llenas de psicópatas enloquecidos

Incluso hay quienes afirman que están dispuestos a sacarte los sesos y masturbarse con ellos. Pero con imaginar los pasillos repletos de gente dañada gritando y actuando de forma violenta es suficiente.

En la realidad, el manicomio sólo funcionaba como centro de reclusión. Una especie de cárcel.

La violencia, las perturbaciones y los crímenes creativos, son cosa de la ficción para incrementar la sensación de peligro de estos lugares en donde se desarrollan estas historias. Debemos tener en cuenta de que los protagonistas de estas ficciones atraviesan por momentos mentales complejos que realmente pueden ser perturbadores para ellos mismos.

En el fondo, necesitan huir de sus propios pensamientos. Horrendo.

Ahora bien, sí hubo comportamientos violentos de aquellos que se resistían al tratamiento. Los testimonios coinciden. Es cosa de pensar que, si estuvieras preso y siendo inyectado en contra de tu voluntad, ¿no estarías gritando tú también?

Mito 2: Los manicomios abandonados son sitios embrujados

¿Es un mito o no?

Personalmente, he escuchado de boca del cuidador de un sitio abandonado que suceden «cosas extrañas». Se atribuyen a los pacientes que sufrieron las torturas y volvieron para vengarse. Aunque también puede ser cuando dentro del edificio abandonado hay jugadores de airsoft disparándose entre sí.

Lo cierto es que los testimonios de los males acumulados permanecieron durante el tiempo a través de las historias. Los manicomios se convirtieron en sitios de memoria que reviven el dolor, la injusticia y los desvaríos propios de la insanidad mental. Aunque, también, la ficción dotó estos sitios de supersticiones, fantasías y suertes extrañas que sobrevivieron en espíritus perturbados para toda la eternidad.

En el fondo, el «manicomio abandonado» se convirtió en una variante más de la «casa embrujada».

Mito 3: Los enfermos mentales son peligrosos

No. Definitivamente.

De hecho, el 25% de la población corre el riesgo de padecer alguna enfermedad mental alguna vez en su vida. Es decir, tienes 1 posibilidad entre 4 de caer presa de una enfermedad mental.

¿Te imaginas si esa población fuera a caer a un centro de reclusión psiquiátrica? Es mucho.

Lamentablemente, tendemos a ver a los enfermos mentales como personas con algún grado de imbecilidad. Es peligroso porque hace daño, a veces sin querer o por una condición que le obliga a ello.

Es una falsedad casi absoluta que los creativos de terror debemos asumir. Ayudamos a caricaturizar las enfermedades mentales en beneficio del terror en nuestras historias.

Entonces, ¿qué forma tienen los enfermos mentales?

Un Hannibal Lecter —culto, caníbal, poderoso— podría caminar entre nosotros y sería una excelente idea mantenerlo recluido por el bien de todos. Pero, la verdad, los enfermos mentales se parecen más a Arthur Fleck, el Guasón moderno: un personaje solitario, carente de afecto y rechazado por un sistema que no lo comprende. Obviamente, no se trata de justificar sus abusos al final de la película que seguimos el 2019; sino de comprender toda la desazón con la que convivió el personaje a lo largo de toda la historia.

¿Sufrimiento divertido?

Lo repito: son historias entretenidas cuando sabemos a lo que se refieren. Es como un chiste negro. Sin embargo, en otros casos, son casos reales y crueles para quienes la viven. A nadie le gustaría estar allí; sobre todo si eres discriminado por culpa de la caricaturización de tu enfermedad.

¿Cómo redimir, entonces, la dignidad?

Hay que adaptarse a los nuevos tiempos; es lo que siempre digo. La inteligencia nos define por nuestra capacidad de adaptación.

En este caso, deberíamos narrar historias que muestren las dificultades de una enfermedad mental. Algo parecido a «Alguien voló sobre el nido del cuco», de Ken Kesey, al exponer el maltrato en un manicomio.

Un ejemplo: En esta parte del planeta, un tratamiento médico para tratar enfermedades mentales es carísimo. Si algunos se empobrecen, otros simplemente deberán vivir a la desazón de su mente hasta la muerte, si es que el suicidio no los alcanza primero.

La ONU estima que 6 de cada 10 enfermos ni siquiera recibe atención médica.

Por otra parte, también debemos conservar la explotación del terror psicológico como una herramienta para comprometer al espectador a vivir el sufrimiento de los personajes. Pueden ser historias inspiradoras o historias con villanos memorables; pero nunca hay que olvidar que los enfermos mentales siguen siendo humanos con experiencias atractivas y modos de vivir diversos.

Lo importante, al final, es considerar que todos podemos padecer de ello. Es bueno estar preparado.

Ahora, tu opinión.

¿Qué piensas de las películas y libros sobre locos? ¿Te gustan?

¿Cuál recomiendas?

Te leo en los comentarios.

¿Quieres más?

Si quieres ser el primero en saber más cosas sobre terror, opiniones y, además, saber cuándo publico cuentos gratis, puedes inscribirte en mi newsletter a continuación.

¡Te aseguro que no te arrepentirás!

¿Cuentos gratis!

Sí, lector. Escribo para que me leas.¿Te interesaría darme una oportunidad para encantarte con mis escritos?

Sigue el enlace y elige el que más te parezca.

¡Disfrútalos!

¿Te gustó? ¡Evalúa este post!

Deja una respuesta