¡Venus atrapamoscas gigantes! ¡Raíces chupasangre! ¡Plantas parásitas de cerebros! ¡Enredaderas poseídas! ¡Esporas que incitan al suicidio!
¡¡TODA LA PERVERSIÓN DEL TERROR EN FORMA DE PLANTAS!!
Y que, probablemente, no conocías.
Porque, ¿quién conoce al Terror Botánico?
OK, convengamos en que es un subgénero raro, poco conocido. Me imagino que se debe a que a menudo se puede confundir con otros subgéneros de terror como el gore, el body horror, el slasher, los zombies, etc.
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Volviendo al tema, las clasificaciones anteriores impiden que seamos capaces de ver el horror que podrían originar las plantas. Tampoco ha habido un hype del género como ocurrió con el found footage en la década de 2010 o el slasher en los 80′.
Digo, ¿a quién se le ocurriría que algo tan inocente y noble como una planta pueda hacer daño?
A los artistas de terror se nos ocurre, lector. Y, a decir verdad, yo tampoco conocía muy bien el Terror Botánico como clasificación. Así que me puse a investigar.
Ten tu herbicida a mano por si acaso.
Las características del terror botánico
Lo primero que hice fue preguntarme:
¿Qué es el Terror Botánico?
Justo en ese momento, Capitán Obvio entró por mi ventana vestido de lirio —con la cabeza en flor como un Demogorgon y calzoncillos apretados con una flor de poronga violeta— y dijo:
—Botánica es el estudio de las plantas. Y si a eso le sumas terror…
Se me levantó la flor.
En fin. Puede sonar mega ridículo, pero la definición es tan simple como relacionar obras de terror (filmes, libros, radioteatros) en donde las plantas son las principales antagonistas. Tan simple como eso.
Lo llamativo de este género es que no posee ninguna una especie de «regla» a seguir. Mejor dicho, aún no se han definido reglas claras para el desarrollo del género. Posiblemente, se deba al hecho de que las plantas son consideradas objetos cotidianos, como muebles; por lo tanto, siempre forman parte del escenario, independiente del tipo de terror que abarque la obra. Además, constantemente está mezclado con otros géneros como la ciencia-ficción e, inclusive, la posesión demoníaca.
Ahora bien, pese a que no hay «reglas» definidas, sí existen una serie de características que parecen ser recurrentes en las obras del género. Revisemos a continuación.
1. Escenarios de pesadilla
Las obras de Terror Botánico se caracterizan por la influencia de atmósferas oscuras, pesadas y algo pesadillezcan en el ambiente. Como señalé anteriormente, las plantas están en todas partes, ya sea en la naturaleza, como en una selva o un bosque; o en la ciudad, en jardines o, más específicamente, en plantas de interior. Esto genera una constante amenaza invisible para la consciencia, pero visible para el inconsciente.
Pongamos un ejemplo que puede sonar ridículo, pero es intenso: «El ataque de los Tomates Asesinos». Si bien es una obra de comedia, convengamos que trata de un elemento tan cotidiano como el tomate. Se venden en todos lados, supermercados y almacenes y, probablemente, tengamos alguno en nuestra cocina.
Durante toda la película vemos a estos tomates malvados y dotados de vida propia atacar a las personas. Como son tan cotidianos, cualquier cosa que tenga un tomate será peligrosa: una pizza, una hamburguesa, un huerto o un almacén, en algún momento los tomates vendrán a matar. Incluso, el nivel de paranoia llega a un nivel inconsciente a través de su color característico, el rojo. Coincidentemente, el rojo es un tinte que genera perturbación por el color de la sangre, por eso cada vez que lo vemos esperamos que algo ocurra.
Probablemente, es una muestra de que, cuando las plantas decidan dominarnos, estamos condenados a desaparecer.

2. El misterioso comportamiento de las plantas
Como lo mencioné anteriormente, no conocemos del todo el comportamiento de las plantas, por lo que su actuar se nos aparece como algo impredecible e incontrolable.
Por lo que entiendo, las plantas se comunican a través de canales como aromas, químicos volátiles, feromonas o segregaciones en las raíces que ejercen una función bioquímica similar al sistema neurológico de un cerebro humano. No obstante, esto sigue siendo materia de estudio.
Además, las plantas no hablan nuestro idioma. Ni siquiera se mueven como nosotros. Ciertamente, cualquier tipo de acción por parte de ellas es un peligro indescifrable, aún para un botánico. En este sentido, las plantas se vuelven seres impredecibles, volubles y que siempre nos mantendrán en sospecha de lo que pretenden hacer.
Un ejemplo de comunicación planta-animal a través de hormonas es lo que sucede en «El fin de los tiempos» del 2008, dirigida por M. Night Shyamalan. En ella, un bosque cercano decidió fabricar un químico volátil que provoca el suicidio en los seres humanos con el objeto de autopreservarse.
3. El dominio de la naturaleza
La naturaleza es una diosa y tiene todo el poder sobre nosotros. Una vez lo decida, no podremos sobrevivir a sus caprichos.
Las plantas, en concreto, el conjunto de todas ellas, tiene un poder de comunicación interconectada con muchos seres vivos. Es la representación misma de la naturaleza. De hecho, cuando hablamos de naturaleza, es imposible no pensar en un conjunto de árboles, sea en la playa, la selva o el bosque, incluso en el ecosistema marino (salvo el desierto o la nieve). Las plantas caracterizan cada ecosistema y, por ende, son quienes dominan el ambiente a su antojo.
En otras palabras, tienen el poder de hacer con nosotros lo que les plazca. Sin ellas, adiós oxígeno. Tampoco tendremos un ambiente necesario para vivir.
Una de las gracias del Terror Botánico es simbolizar y sintentizar este poder vegetal en la figura de un ente; es decir, una sola entidad tiene el poder de manipular esta conexión a su antojo. Sería algo así como un elegido, un líder fanático, un brujo, un monstruo o un super-árbol; alguien que utiliza este don caprichosamente para satisfacer sus propios deseos.
El problema es que a las plantas no les interesa la moral, una característica muy humana. Por el contrario, les interesa sobrevivir como plantas, alimentarse, reproducirse. No importa si debe asesinar, robar o utilizar a su antojo el entorno. Lo hará.
¿Qué más puedes hacer contra eso?
«Las ruinas» es una novela de Scott Smith (guionista de la película homónima que lanzó en 2008) que trata de un grupo de jóvenes que intenta escapar de unas enredaderas antiguas ubicadas en las ruinas del antiguo México. Aquí, las plantas se comportan como un ente dominador con una sola obsesión: asesinar personas, y no se detendrán en contemplar si aquello es correcto o no.
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Los duendes son traviesos por naturaleza. Y sus juguetes no tienen nada que ver con el amor del Viejo Pascuero. El humor negro es poco cuando se trata de niños.
4. El castigo del medioambiente
Obviamente, si el Reino Planta es la representación de la naturaleza misma, también serán las encargadas de castigar a quienes tienen afán por destruirla.
Nosotros contaminamos mucho. Merecemos nuestro castigo.
El Terror Botánico utiliza esta carga en nuestra consciencia para generar terror. Son obras con sentido de culpa. Reducimos su espacio, las seleccionamos como monocultivos y generamos compuestos tóxicos no solo para ellas, sino que para nosotros también. Si las plantas quisieran atacarnos, sabemos que están en todo su derecho. Y nosotros en el deber de sucumbir. Nadie las juzgaría.
«El líquido azul» fue un cuento que escribí pensando en esto. La historia habla de un ecologista con una vocación demasiado grande para revertir la tremenda contaminación ocasionada por su padre, la que dejó a su pueblo inhabitable hace algunos años. Él vuelve con la intención de cuidar a la ciudad sin los molestos humanos; pero la ciudad reacciona de forma cruel, en señal de castigo para todos aquellos que se atrevan a pisar sus suelos otra vez.
5. Una dimensión desconocida
Esta es una característica muy común en el inicio de los relatos de Terror Botánico durante la época victoriana.
Más que las plantas en sí, la sensación del miedo proviene de la sensación de peligro al sumergirse en ambientes desconocidos e inhóspitos, típicos en los relatos de exploradores en un mundo nuevo. Con tantas especies desconocidas, cualquier ataque podría acabar con tu vida sin remedio.
En la actualidad conocemos mejor nuestro mundo. Eso no quiere decir que aún podamos encontrar aberraciones en la Tierra, escondidas en lugares aún inhóspitos y difíciles para nuestro nivel de conocimiento y de tecnología. Además, este tipo de terror puede escalar hasta más allá de nuestras fronteras planetarias. La época espacial y las ansias de encontrar vida nos podría llevar a descubrir plantas más peligrosas para el ser humano. Son nuevos sistemas, nuevos seres, nuevas condiciones de vida que hayan en el Terror Botánico una forma para surgir.
«Los sauces» de Algernon Blackwood exhibe un mundo de pesadilla entre un bosque de sauces a la subida del río Danubio. Por más que ambos personajes intentan encontrar una explicación a lo que ocurre alrededor suyo, los extraños sucesos los llevan lentamente hacia la locura y el pavor de enfrentarse con una naturaleza hostil, donde «el hombre no es requerido».

Acompañantes del género
No es nada de raro que la Ciencia-Ficción sea la gran compañera del Terror Botánico. El comportamiento de las plantas requiere conocimiento y ese saber lo aporta la ciencia y los estudios. Obras como Little Joe que nos explican las consecuencias de la experimentación con plantas que, a menudo, cobran una vida más consciente y, por ende, más letal.
Asimismo, el subgénero de extraterrestres aporta una buena vida al género con una gran cantidad de títulos: la tiendita de los horrores, el día de los trífidos y los ladrones de cuerpos. Traen la amenaza botánica desde otras partes del universo, donde las plantas son mucho más letales y escurridizas.
Otro acompañante común del género tiene que ver con el Apocalipsis, o el terror apocalíptico.
Sabemos que las plantas son parte esencial de este planeta. Si se atreven a montar un desmadre, el mundo se acaba y listo. O arrancamos al espacio o morimos.
La forma natural en que se desata este apocalipsis tiene que ver con el terror biológico, una conglomeración de elementos naturales que son peligrosos para los seres humanos y tenemos muchos problemas para contener antes de terminar en la destrucción. Es un fundamento del cine de zombies actual, en que se desata un virus; solo que en este caso puede ser el polen, compuestos volátiles o microalgas que se apoderan de los cuerpos para enfermarlos. Exactamente lo que ocurre en El fin de los tiempos.
Por último, un subgénero que se ha visto acompañando al Terror Botánico es el sobrenatural. Es dotar a las plantas de poder, fuerza y espíritu como un ser demoníaco o casi una deidad. De hecho, la posesión es un trámite efectivo. Ejemplos tienes en Evil Dead —la violación de los árboles a una de las víctimas— y en Las ruinas. Saber que tienen ese poder para moverse, para atraparte como si tuvieran tentáculos absorbedores o que te coman como las plantas carnívoras de Mario Bros es aterrador.
Nunca se sabes cuando podrías ser el almuerzo de una planta que, más encima, te tortura y se ríe con ello.
Terror botánico y un entretenimiento fuera de lo convencional
El Terror Botánico tiene un gran potencial para el desarrollo de obras novedosas y ad hoc con los tiempos de hoy. Las plantas son un reino de seres vivos que, a pesar de acompañarnos siempre, es tremendamente desconocido para nosotros. Su estudio es tremendamente complejo e involucra varias disciplinas: ecología, botánica, química, biología, política (de alguna forma se regula su conservación), etc. Una de estas disciplinas implica estudios de comportamiento que aún no ha sido descrifrado en su totalidad (una especie de «psicología botánica»). En otras palabras, no comprendemos qué es lo que quieren de este mundo. Sus intenciones son un misterio y, precisamente, ese desconocimiento es la puerta de entrada a una imaginación macabra.
Y vengativa. Probablemente, no olvidarían lo que hacemos al medio ambiente. De hecho, para quien busca hacer terror ecológico aquí hay un tremendo nicho.
Además, no es un género nuevo, pero está tan poco explorado como el terror que tenemos a lo desconocido. Puede que en el futuro consideremos que esta sea una forma espeluznante de generar el terror durante toda una década.
Mi nueva serie de ficción por correo, Los Campos Elíseos huelen a muerte, explora esta forma tan particular de hacer terror.
«Felipe Roldán es el nuevo dueño de Los Campos Elíseos, un antiguo cementerio y ahora lugar de una impactante investigación de una especie botánica recién descubierta. Su ambición por el dinero le llevará a intentar montar un nuevo parque privado, a pesar de los extraños sucesos que involucran a la muerte de lugareños, alucinaciones y una extraña enfermedad de la que no podrá escapar; así como ninguna de las víctimas del antiguo cementerio».
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