¿Cómo dejar de temer a los muñecos asesinos?

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Cuando era niño tenía un «muñeco asesino» en mi casa. Se lo habían regalado a mi hermana. Era un payaso sonriente del tamaño de un niño de seis años, con pómulos pintados de rojo que desembocaban en una sonrisa muy perturbadora. Te miraba con los ojos azules muy abiertos como si dijera «espera a que te duermas y luego te comeré».

Daba mucho miedo, sobre todo de noche. De hecho, durante años dormí tapado hasta la nuca bajo mi manta protectora contra los monstruos feroces, con la esperanza de que no revelara sus dientes puntiagudos deseosos por probar mi suave carne infantil.

Cualquier parecido con un pederasta es mera coincidencia.

Cuando hablo de esto a otras personas, reconozco que mi historia es más común de lo que me gustaría creer. La gente le teme a los muñecos. Es más, crecieron con ese temor instaurado desde su infancia, al igual que el miedo a los payasos o a los espejos.

Me puse a pensar si los escritores de terror tenemos algo de responsabilidad por estos traumas, o si solamente aparecieron porque sí. Revisando algunas cosas por ahí, encontré que las respuestas provienen de muchas partes, e involucran traumas, fobias, sugestiones, y una extraña aversión humana hacia lo humanoide que parece ser algo normal. Aunque también hay historias trágicas que confirman la existencia de muñecos poseídos de verdad.

¿Será cierto que los muñecos pueden cobrar vida? O, peor, ¿existen de verdad los muñecos asesinos?

¿Cómo nos salvamos de ellos?

El origen del temor a los muñecos

El enorme papel de las historias de terror en el imaginario colectivo

Sin duda, la imagen negativa de los muñecos proviene de las películas de terror. Muchos de nosotros crecimos con estas historias; por lo tanto, no es menor esperarse que muchos de nosotros nos hayamos sentido perturbados alguna vez con un muñeco. Prácticamente, se nos ha enseñado que los muñecos pueden cobrar vida y pueden atacar a los seres humanos. Y también se nos ha enseñado que quienes portan muñecos tampoco son personas confiables.

El caso más emblemático es el de «Child’s Play» o, como comúnmente se le conoce en Latinoamérica: «Chucky, el Muñeco Asesino». Sin embargo, no es el único caso. También tenemos una seguidilla de muñecos asesinos en pantalla:

  • Slappy, antagonista recurrente en varios episodios de la serie para niños «Escalofríos».
  • Los muñecos asesinos del universo «Puppet Master».
  • El muñeco cachondo de «Black Devil Doll From Hell» (oh, Dios; pesadillas sexuales).
  • Toda la pandilla de muñecos perturbadores y peligrosos del universo de James Wan: Annabelle de «El Conjuro», Billy de «Dead Silence», Jigsaw de «Saw» y la muñeca robótica de su próxima película «Megan».

Estoy seguro de que este tipo tiene algo con los muñecos. No sé, una obsesión, un trauma, un fetiche; o quizás se encantó con el Black Doll.

En la literatura el asunto de los muñecos tampoco se queda atrás. Recuerdo una novela muy buena llamada «Arde Bruja, Arde» de Abraham Merrit, una historia de crímenes donde una bruja vudú utiliza muñecos para deshacerse de sus víctimas. Sé que hay muchas más (y puedes dejarme referencias en los comentarios. Yo feliz). También he leído una diversidad de cuentos sobre el tema y, aunque ninguno trata sobre muñecos con vida, los protagonistas enloquecidas y sus relaciones insanas con los muñecos son bastante perturbadores. Algunos de estos son:

  • «El Muñeco» de Daphne du Maurier.
  • «La Muñeca» de Violet Page.
  • «El Osito de Peluche del Profesor» de Theodore Sturgeon.
  • «El Hombre de la Arena» de E. T. A. Hoffmann.
  • «El Muñeco que lo hacía todo» de Richard Matheson.

Es de esperarse que no podamos confiar siquiera en quienes poseen muñecos en sus casas.

Las creencias sobre espíritus que poseen objetos

No obstante, la ficción no ha sido la única que nos ha metido en la cabeza esta idea de que los muñecos son asesinos por naturaleza. Existen creencias sobre espíritus malvados que inspiran estas ideas ficticias.

El primer caso es el vudú. Normalmente, relacionamos esta práctica brujeril con muñecos que emulan, toscamente, una representación diminuta de la persona a la cual se quiere embrujar. Al muñeco se le puede hacer de todo: prender fuego, pinchar, amartillar, desmembrar; lo que sea. Todos los males los sufrirá la persona en su versión real.

Sin embargo, también se cree que los brujos vudú pueden dar vida a los muñecos para que cometan fechorías por ellos, como pequeños ayudantes que no dejan huellas de sus crímenes.

Considerándolo así, tampoco está mal hacerse un par. Podrían ir a trabajar mientras nosotros dormimos.

El segundo caso es de aquellos casos de posesión espiritual a objetos cotidianos. Es más, existen innumerables historias de objetos poseídos: espejos, cajas musicales y, obviamente, muñecos. Por lo que se dice, son espíritus malvados o demonios que buscan un cuerpo en el que vivir, por lo que habitar un muñeco, una representación que tiene la capacidad de moverse como un ser humano en miniatura, parece una muy buena idea.

Me imagino si todos los demonios del mundo quisieran habitar en la tierra en cuerpos físicos. ¿Te imaginas una legión de muñecos? Suena creepy. Y fascinante.

Pedifobia y la aversión innata a cosas que parecen humanas, pero no lo son

Más allá de las sugestiones que nos hacemos por las historias que escuchamos, existe un mal real, una aversión innata hacia los muñecos. Por lo que se dice, los muñecos pueden generar incomodidad porque, al ser objetos tan parecidos a los seres humanos, automáticamente asumimos que van a cobrar vida.

La teoría dice que nuestros cerebros les dan vida porque su apariencia es interpretada como otro ser humano. El problema es que, al ser humanos imperfectos, nos perturba su existencia y pensamos automáticamente que nos van a atacar. De hecho, mientras más parecidos a los humanos, más tendencia tenemos a temer. Es lo que hace que algo tan familiar como los juguetes se vuelvan cada vez más perturbadores a medida que se parecen más y más a nosotros.

Este mismo problema es parecido a lo que pasa con los payasos.

Por otra parte, están las fobias; aversiones inexplicables que provocan el temor en las personas sin ninguna causa aparente. En este caso, la pedifobia o el miedo a los muñecos puede explicar por qué tememos a estos juguetes. En esta misma línea, existen fobias como la automatonofobia, el miedo a los autómatas, y que involucra a los muñecos que tienen la capacidad de moverse por sí solos, como los Good Guy de «Chucky».

¿Cuánta fuerza tiene nuestra cultura sobre el temor a los muñecos asesinos? ¿Quién tiene la culpa?

Las fobias son un asunto que no tiene una explicación definida. Simplemente están allí, insertas en nuestras mentes para alertarnos de los peligros potenciales. Por esa razón cuesta mucho poder derribarlas para sentirnos seguros en nuestro entorno.

No obstante, también se sospecha que estas fobias han sido educadas en nuestras cabezas, sobre todo en etapas tempranas de la infancia. La psicología llama a esto «condicionamiento clásico»; es decir, se nos enseña que los muñecos son peligrosos y hay que alejarse de ellos. Eso tiene que ver mucho que ver con las historias populares y, por sobre todas las cosas, la ficción de horror.

Algunas obras de terror se crean a partir de situaciones espeluznantes que ocurren en contextos cotidianos. Es como meter peligros en la cabeza de las personas en situaciones en que jamás los habríamos sospechados. De hecho, mientras más familiar resulte el ambiente, más miedo puede llegar a provocar por sentir en riesgo nuestra seguridad y la de los nuestros. Hacer que un juguete para niños pequeños cobre vida para asesinar a diestra y siniestra es algo muy efectivo; sin embargo, es de lo más malvado que alguien pueda crear, sobre todo para los principales afectados: los niños.

Me pregunto si realmente habremos creado más traumas que soluciones. Me resuena en la cabeza, pensando en que las historias de terror también ayudan a las personas a enfrentarse a los peligros de forma en que no se vean realmente expuestos a ellos. El problema es cuando los niños se exponen a estas situaciones de estrés y los padres no están o no son capaces de explicar a sus hijos que estas cosas son parte de un mundo irreal. El terror se trata de representaciones de peligros como, por ejemplo, el que los chicos se queden solos y no confíen en sus padres cuando tengan un problema.

Creo que el problema del temor a los muñecos asesinos es más de aquellos padres que sobre-reaccionan. Ellos también caen en las mismas trampas de creerse lo que sale en las películas de horror o en lo que se cuenta en las leyendas urbanas. Los fanáticos, en cambio, entendemos que se trata de algo inexistente y con el afán de entretener. De hecho, esperamos con ansias la siguiente secuela de «Chucky».

En todo caso, igual nos tenemos que hacer cargo de no tener muñecos a la vista. Siguen siendo perturbadores. Gracias a mi experiencia infantil, ya sé lo que sucede y no es tan placentero después de todo.

Además, ¿qué se hace si los muñecos de verdad llegan a cobrar vida?

muñecos por todos lados

Armas para enfrentar a los muñecos asesinos

Si aún crees que los muñecos pueden cobrar vida, esta sección es para ti. Y no creas que no me lo tomo en serio: yo también me pregunté si es que ese muñeco de mi infancia cobró vida alguna vez. Creo que todos en mi familia nos lo preguntamos, lo que hizo estragos en nuestra imaginación perturbada. De hecho, hubo un tiempo en ni siquiera me podía acercar a la habitación de mis hermanas (incluso con la luz prendida) porque no quería morir mutilado o devorado.

Para quienes simplemente padecen de pedifobia, les recomiendo ir a un especialista para tratar el tema. Por lo que entiendo, el tratamiento se trata de enfrentar al muñeco directamente, y para eso necesitas supervisión —o podrías desmayarte, créeme. Al principio puede ser difícil, pero la exposición continua y constante acabará por acostumbrarte a los muñecos hasta que simplemente ya no tengas miedo.

Esta alternativa también funciona para todos aquellos que crecieron con traumas por las películas de terror. Se trata de disfrutar, no de sufrir.

Para quienes creen las historias (y no niego que podría existir la posibilidad de que los muñecos cobren vida), hay otras soluciones. La ficción nos enseña que, así como plantea problemas, también ofrece soluciones. Supongo que cualquiera de ellas puede servir en caso de encontrarse con un alma sobrenatural y psicópata intentando asesinarte. Demás que alguien tuvo que enfrentar una situación con un muñeco asesino real, ¿no?

La primera solución es deshacerse del muñeco. Suena bastante ridículo, pero es efectivo. Es posible que no tengas la opción: el muñeco era de mi hermana y ella no quería deshacerse de él. Bastaría con encerrarlo en alguna habitación, aunque uno siempre tiene el temor de que salga de allí. En cualquier caso, compra un buen candado.

Otra solución es hacerlo desaparecer con toda la furia creativa de un buen asesino. Puedes quemarlo, como a Chucky; o romperlo en muchas partes para que no pueda alcanzarte. Colgarlo del cuello con una soga y con un cartel que diga «ESTÁN ADVERTIDOS MUÑECOS» no es opción; porque, ¿qué pasa si se baja de allí? ¿Y si trae a sus amigos?

Por último, si no te apetece nada de lo anterior, puedes venderlo o regalarlo, y así traspasar el problema a alguien más.

No motivo para sentirse mal. Quizás a esa persona le gusten los muñecos. De hecho, los muñecos vendidos como «paranormales» son bastante cotizados en el mercado. Son todo un negocio y existe gente que los colecciona solo por el hecho de ver o tener algo sobrenatural en la casa.

«Cada loco con su tema», dicen por ahí.

Por unas noches menos paranoicas

¿Qué pasó con el muñeco? Mi mamá no aguantó estar tanto tiempo perturbada y se deshizo de él. Acepto que pudimos dormir mucho mejor desde ese entonces. Aunque debo confesar que después de escribir este artículo, lo extraño un poco. Hoy en día se hubiera convertido en una buena inspiración para escribir historias sobre muñecos asesinos. En una de esas podía invitarlo a un trago y conversar un poco sobre su historial criminal y su convivencia entre objetos poseídos.

Puede que en alguna de esas quiera volver a tener un muñeco. En ese caso, aprovecharé también de comprar un hacha y dormir con ella. Al menos me ayudará a dormir más tranquilo, aunque no sé si los espíritus pueden morir de un hachazo.

Quizás sea buena idea aprender a repeler a los espíritus malignos. O a dejar de pasarme más películas con tanta historia de terror.

Nos vemos en otra ocasión.

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