Muchos niños aman a sus abuelas. Les dan comida, los consienten, los malcrían y les dan dinero gratis, todo a espaldas de sus padres. Tienen buenos consejos, te cubren las espaldas y lo único que piden es que las visites cada cierto tiempo. Negocio redondo para quien tiene la suerte de tener una abuela cariñosa.
Sin embargo, en la ficción de terror ocurre todo lo contrario. Porque si algo nos enseñó el género de terror es a temer a la senectud.
Nadie se imaginó a Baba Yaga, a la Monja o al mismísimo Demonio en el cuerpo de una mujer bella y joven con el propósito de asustar. De hecho, se nos ha inculcado a través del tiempo que debajo de la piel arrugada, los cuadros añosos y las galletas horneadas encontramos con frecuencia a una villana brutal con una severa acumulación de resentimiento asesino.
Toda mujer es una asesina en potencia con el paso de los años. Se sabe.
Obviamente, el trato es injusto si lo comparamos con el sexo masculino, pues la vejez en los hombres es, por el contrario, sinónimo de sabiduría, magia y expertiz.
En otras palabras, la responsabilidad del mal cae otra vez en las mujeres.
Todavía, en pleno siglo XXI. Los conservadores deben estar orgullosos.
¿A quién se le ocurrió la idea de demonizar así a las mujeres mayores? ¿Por qué se perpetuó este personaje hasta convertirlo en un estereotipo? Y, quizás, lo más importante: ¿Qué clase de cosas les estamos enseñando a la audiencia al replicar este estereotipo de género?
Abro la discusión.
Una mujer fea como sinónimo de maldad
Estas son las acepciones de «feo/a» según la Real Academia Española de la lengua (RAE):
- adj. Desprovisto de belleza y hermosura.
- adj. Que causa desagrado o aversión.
- adj. De aspecto malo o desfavorable.
Por lo tanto, alguien calificado como «feo» provoca una sensación de desagrado tal que no queremos acercanos.
De hecho, lo tachamos de «peligroso».
Una teoría que podría explicar este comportamiento es la Teoría del Valle Inquietante, desarrollada por Masahiro Mori para la robótica. En ella se explica que una cosa (un androide, por ejemplo) que tenga una apariencia más similar a la de un ser humano generará rechazo a diferencia de otra que tiene una apariencia menos humana. ¿Por qué? Porque tendemos a verla como una persona defectuosa y, por ende, peligrosa.
Un ejemplo concreto: El T-800 de Terminator es mucho más amenazador que el robot de Wall-E, ¿capisci?
En el terror, los desarrolladores de arte ocupamos esto para dar vida a personajes inquietantes cuya forma humana parece atrofiada o extraña, como un hombre derretido o un zombie.

¿Qué tiene que ver esto con la fealdad? ¿Es que los feos dejaron de ser humanos?
Obviamente, no. Pero sí, si consideramos la apariencia estética al que se nos ha acostumbrado: rostros angulosos, labios prominentes, nariz respingada, cuerpo de atleta y tantas otras cosas más (dependiendo del gusto de cada uno también). Entonces, todo lo que se sale de esa apariencia perfecta empieza a considerarse feo y, por ende, menos cercano del ideal humano.
O sea, mientras más fea sea una persona, más inquietante, desagradable y peligrosa se torna para nosotros. En definitiva, es la apariencia perfecta para el villano de nuestras historias. Es un monstruo.
Nacer feo es tan injusto como la percepción humana.
Y, ahora, ¿qué tiene que ver una mujer fea en este argumento?
El argumento anterior introduce bastante bien el por qué se usan a mujeres menos agraciadas para hacer de villanas en el caso del terror.
*Aclaración: Esto solo funciona en el caso del terror, donde el interés es generar miedo y aversión. En el thriller, en cambio, se busca la figura de la mujer atractiva para generar más interés en las historias como es el caso de «Bajos Instintos».
Pienso en ti, Sharon Stone.*
Esto comtempla un agravio que han vivido las mujeres durante siglos y que aún en nuestros días continúa: su valoración como objeto.
En otras palabras, por más cruel que parezca, la única razón para atesorar estos objetos es que sean bonitos. La belleza es la que atrae.
En conclusión, si una mujer es percibida como fea, es un objeto indeseable. Se vuelve algo extraño, un juguete roto, un defecto de fábrica que no sirve ni para los consejos. La publicidad, el erotismo y el machismo se han encargado de perpetuar esta misma idea con fines comerciales, dando a entender que la mujer bonita es un ideal de bondad y pureza; algo que todas quieren ser y que los hombres luchan obtener.
De lo contrario, está destinada a convertirse en el motor de la maldad.
Es triste nuestra realidad.
La maldición de la senectud
Por regla general de la vida, todos vamos a llegar a viejos si es que los accidentes no dicen lo contrario.
En otras palabras, la belleza de la juventud se irá y nos volveremos arrugados, con malos olores y algo deformados si es que somos víctimas de artrosis. Dejaremos el modelo de belleza idealizado en la sociedad y nos volveremos feos: amenazantes, horrorosos, repugnantes.
Imagina si eres una mujer cuyo valor está determinado por su belleza. Terrible.
Bueno, ni tanto. Si tenemos una buena actitud nos convertiremos en viejitos adorables.
Sin embargo, la mente también se deteriora con el paso del tiempo. No todos al mismo ritmo, pero los resultados pueden ser desastrosos. Si tienes suerte, puedes perder la memoria. Pero otras personas pueden sufrir trastornos mentales que nubla el juicio hacia cosas como el bien o la simpatía. El comportamiento humano por una perturbación mental se vuelve azaroso, impredecible e incontrolable.
Sabemos bien que todo aquello que no podemos controlar produce una sensación de alerta, peligro. Ahora combina eso en una mujer fea como la vieja chismosa de la esquina. Suena de temer.
No obstante, además de la pérdida de cogniciones mentales, existe un problema más grande: una postura valórica que corresponde a épocas pasadas y que se ha asentado firmemente en la mente de una generación en retirada. Fueron valores originados en épocas difíciles, de infortunio, de desarrollo humano más pobre y regulado por creencias ya refutadas.
Para las mentes más viejas es difícil adaptarse, lo que da origen al conservadurismo. Y la historia nos ha demostrado que existen conservadurismos letales. Sin embargo, en tiempos modernos, estos pensamientos conservadores producen un conflicto que, a ratos, puede sonar como algo irracional. Hemos entendido que las personas se pueden equivocar, y no es necesario solucionar las cosas con una bala. Hemos aprendido a que las personas tienen derecho a vivir su sexualidad de forma libre. También sabemos mucho más y hemos comprobado cosas que la religión ya no tiene la respuesta. Es un conflicto entre lo antiguo y lo nuevo, de las libertades vs. los juicios moralistas; una lucha que, a menudo, termina con consecuencias desastrosas.
Y si estas personas encuentran su motivación en conservar esos valores, estarán dispuestas a todo para hacerlos respetar. Imagina si pierden el juicio con estos valores en mente.
No por nada algunos torturadores retirados siguen felices.
Esta maldición, además de la apariencia física, afecta a todas las personas, no solo a las mujeres. Pero, por otra parte, para una mujer vieja habrían motivaciones más importantes en la lucha de valores pasados y que tienen que ver con el resentimiento acumulado de una época desequilibrada entre géneros.
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Cuando Santa Claus Murió, los duendes hicieron el resto
Los duendes son traviesos por naturaleza. Y sus juguetes no tienen nada que ver con el amor del Viejo Pascuero. El humor negro es poco cuando se trata de niños.
El motivo de una mujer fea y vieja para ser mala: el silencio de horrores pasados
Aceptémoslo: el mundo ha sido injusto con las mujeres. Incluso en estos días se cometen abusos físicos y psicológicos para someter a la mujer bajo el dominio del más fuerte. Han sido obligadas a tener hijos, a callar abusos sexuales, a ser relegadas a tareas domésticas, a ser mascotas sin capacidad de pensar ni decidir por sí solas. Aún cuando ahora son una gran fuerza laboral, se les paga menos por el simple hecho de ser mujeres, o se les aísla de círculos importantes en que los hombres aún mantienen sus figuras de poder.
Porque no es un asunto de privilegios. No. Es un asunto de poder y libertad para llevar una vida sin castigos, sin consecuencias.
Este modelo se perpetúa por otras mujeres que han sido educadas para este sometimiento voluntario y que defienden esta posición. Gracias a la religión y al conservadurismo (por ejemplo, cuando una chica bella obtiene beneficios de hombres que la ven como un objeto) terminan convirtiéndose en esclavas de un estereotipo de género que manda a la mujer al servicio del hombre. Se laceran en función de él con el objetivo de agradarle.
Si tuvieras que soportar esa utilización de tu rol de forma caprichosa, y que esa esclavitud estuviera moralmente aceptada y defendida a punta de recriminaciones, ¿cómo podrías evitar volverte loca?
¿Acaso no querrías acabar con el mundo o con aquellas cosas que te producen impotencia de una vida que no tuviste?
Mejor traigan las bombas que aquí vuela todo.
El estereotipo de género creado en el personaje de una mujer fea, vieja y malvada responde a una dicotomía interna de mujeres educadas en el machismo, reprimidas, que buscan perpetuar el infierno en el que fueron criadas. Es una representación del pesimismo sobre las ansias de libertad de mujeres oprimidas.
En otras palabras, una mujer fea fue descartada por la sociedad y abandonada. Una mujer vieja fue obligada a callar las injusticias y desechada cuando ya no servía. Son mujeres que se educaron para perder sus sueños. Para ellas, eso es lo normal. Nadie del sexo femenino tendrá la opción de ser libre.
Es lo único que conocen y defienden. Tienen motivación para ser malas y por eso son tan buenas villanas justo en este momento.
Porque discuten una realidad incómoda que necesitamos ver.




Los estereotipos de la mujer fea, vieja y mala
Dicho lo anterior, veamos cuáles son los estereotipos que más se repiten en la ficción con algunos ejemplos.
1. La vieja loca y decrépita
Lo más común es sentir repulsión por una persona que parece una momia desaliñada. Hay una suerte de pavor a que te toque, que su aliento se meta dentro de ti o que te quiera sober la vida. Genera el mismo asco que una calavera, como si pudiera contagiarnos su decrepitud. Si le agregamos que no está bien de la cabeza, y que su comportamiento es tan impredecible como quien no sabe juzgar entre la vida y la muerte, ¿no parece divertido?
Sylvia Ganush («Arrastrame al Infierno»), Vera Crossgrave («Braindead»), Valak («La Monja», «El Conjuro 2»).
2. La «abuelita» cínica
Es típico que a un adulto mayor que genera simpatía y ternura se le llame «abuelito». Es el abuelo que todos querríamos para nosotros.
Sin embargo, la dulzura y sabiduría puede esconder muy bien un comportamiento maligno, cínico y que, en el fondo, busca hacer el daño solo para satisfacer sus juicios de moral en contra de jóvenes libertinos y degenerados.
Lo peor de todo es que puede ser un personaje indetectable por su comportamiento. Y cuando sabemos que existe, también sabemos que víctimas inocentes caerán en su engaño.
Minnie Castavet («El bebé de Rosemary»), Sra. Baylock («La Profecía»).
3. La madre dominadora
Por el hecho de que la unión de Madre-Hijo es indisoluble. Aquí se desarrolla el complejo de Edipo, con una fuerte carga celópata que va tanto de madre a hijo como viceversa.
Es una mujer manipuladora, con gran carácter y poder, y mucho mayor sobre las decisiones de su hijo.
No suele ser una mala mujer cuando está junto con su hijo. Sin embargo, le consiente en todo, incluso en sus deseos más bajos. No perdonará a nadie que se inmiscuya en la relación de ambos, estableciendo una relación de dependencia celópata.
Norma Bates («Psicosis», «Bates Motel»), Margaret White («Carrie»), Pamela Voorhees («Viernes 13»).
4. La envidiosa de una vida que no pudo ser
Este personaje también reafirma el sesgo de que una mujer necesita su belleza para triunfar. Lamentablemente, tuvo mala suerte, lo que profundizó su propio mal genio y carácter. Trata de no hacerse notar, y es amiga de todos; pero tiene intenciones oscuras cuando se trata de gente que tiene mucho éxito, sobre todo jóvenes. Los atrae con su dulzura para torturar y matar, de forma de no permitir que otros surjan por sobre ella.
Todos sus esfuerzos en vida no pueden estar en vano frente a los demás. Ni riquezas, ni bellezas, ni amantes. Ella es lo cúlmine y eso lo hará respetar.
Madeline Ashton y Helen Sharp («La muerte le sienta bien»), la madre («A l’interieur»), Rumi («Azul perfecto»).
Una mujer fea, vieja… y maltratada
En conclusión, el personaje de una mujer fea y vieja es un problema de estereotipos de género. Es una villana que se opone a una época libre, de mujeres libres.
Así se lo enseñaron. Y no de buena forma.
Es la manifestación del resentimiento por una norma impuesta por la sociedad, en la que la mujer debe ser siempre joven, bonita y, sobre todo, callada.
Nadie la vio venir. Después, nadie se explica por qué mata.
¿Conoces a alguna persona que calce con este personaje? ¿Le temes?
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