Jamás vi «Mirageman» hasta hace unas noches atrás. Y eso que he visto todas las películas de Ernesto Díaz Espinoza. Quedé en shock. Creo que es una película que, además de envejecer bien, es una tremenda crítica sobre los superhéroes, sobre la sociedad, sobre los fanáticos y la mentalidad televisiva.
Para quienes no lo conocen, Ernesto Díaz Espinoza es un director pionero en Chile por sus películas de artes marciales. Marko Zaror, gran valor de las artes marciales, se hizo conocido en estas películas con unas tremendas coreografías marciales, de altísima calidad. Díaz tiene un sello marcadísimo que mezcla el cine exploitation, los barrios de Santiago, el modo de vida al interior de los hogares chilenos y artes marciales de alta calidad.
El evento organizado por Mundo Bizarro en el Cine Normandie estuvo lleno de risas. Y dicen que este es un país serio. Pero, además, la comedia no deja indiferente por una buena razón: es una tremenda y poderosa crítica; necesaria en tiempos de superhéroes.
La trama: Maco es un guardia de seguridad obsesionado con las artes marciales tras el asesinato de sus padres, la violación de su hermano menor y una tremenda golpiza, todo en uno. Un día salva a una periodista de una violación en su casa enmascarado con la capucha de uno de los delincuentes. Por suerte, la noticia motiva a su hermano a salir del trauma en el psiquiátrico. Es así que decide convertirse en Mirageman: el superhéroe chileno.
De inmediato, la gente lo tilda como un payaso. Su traje es horrible, y la persecución de delincuentes de menor importancia como lanzas y abusadores al margen de la ley. Es una anécdota noticiosa para reír, rechazada por las personas acostumbradas a que les roben. Se aprovechan de él, aunque también consigue el apoyo de quienes creen en la violencia para acabar con el mal. En otras palabras, Mirageman te muestra lo que no te muestran las películas de superhéroes: chiflados violentos con superioridad moral.
Sólo que, en el caso del protagonista, lo hace más por el bienestar de su hermano que por salvar a las personas.
Pero, fuera de la comedia de una realidad chilena decadente, de acostumbramiento al robo y al pillaje, también nos planta una cara B: ciertas situaciones requieren de mucha fuerza y valentía para ser desarticuladas, pues se protegen muy bien desde las sombras. Es el caso de la red de pedofilia que, lentamente, surge a través de la historia, y que Mirageman se ve obligado a enfrentar. En este sentido, el personaje es el coraje de quienes se aburrieron de las injusticias encubiertas por la burocracia judicial.
La película es una comedia de artes marciales que se hace ligera, rápida y muy, pero muy entretenida. No tiene nada que envidiar a una gran producción hollywoodense. No es un guion complejo, pero tampoco necesita más para dar a conocer una opinión certera sobre la realidad de una sociedad violentada, y tácita ante el abuso al que está acostumbrada.

«Mirageman» (2007) es una película de Mandrill Films, escrita y dirigida por Ernesto Díaz Espinoza («Kiltro», «Mandrill», «Traigamne la cabeza de la mujer metralleta», «Santiago Violenta» y, proximamente, «The fist of condor» (con unos planazos que te revientan la cabeza), y protagonizada por Marko Zaror, María Elena Sweet, Ariel Mateluna y Mauricio Pesutić.
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