Todos hemos escuchado una historia sobre el Mal de Ojo. Es un hechizo simple y efectivo: Una mirada maligna tan cargada de envidia que se pega a sus hospederos como una sanguijuela y sorbe la vida de aquellos a quienes afecta, presumiblemente, hasta la muerte.
Para mí es un motivo de inspiración muy grande para desarrollar un libro o un guion de largometraje. Así que me puse a darle vueltas al asunto a ver si desarrollaba una buena historia.
Lo cierto es que para la medicina no existe ninguna explicación científica concreta. Niega su existencia y lo ve como una estupidez. Es un mal que proviene «de la nada»; un producto de la sugestión o de la ficción televisiva.
Sin embargo, esta historia ha sido parte de la cultura popular desde siempre. De hecho, su existencia está documentada en varias civilizaciones, algunas sin ninguna relación entre sí, por lo que se cree que es uno de los hechizos más antiguos de la historia de occidente.
Quienes fueron atacados aseveran que aún existe, a riesgo de poner su propia cordura en juego.
¿Mito o realidad? No lo sé, pero aquí te cuento algunas experiencias personales que me hicieron pensar en la existencia de este mal, y en una particular y efectiva solución.
Caso 1: La bruja exorcista de los «ojeos»
Desde que era muy pequeño recuerdo el «Santito» de mi mamá para deshacer los ojeos: Un amuleto de plata muy gastado y con la imagen de un santo al que no recuerdo. Estaba bendito. Con él practicaba rezos sobre los niños víctimas del Mal de Ojo que cada cierto tiempo llegaban a mi casa en brazos de padres preocupados.
No sé por qué, pero resultaba. Yo mismo fui víctima de ojeos.
Por lo que recuerdo, el «ojeo» es una sensación de debilidad generalizada con náuseas y dolores de cabeza desgastantes. Es progresivo y constante; y muy desagradable. Es como si tu propio cuerpo te estuviera rechazando. Bueno, y para despejar cualquier duda, mi padre emitía su diagnóstico lamiendo mi frente con su lengua de jirafa y deciendo: «Está salado. Lo ojearon».
Lo sé, suena a una ridiculez y tienes todo el derecho de cuestionar mi propia cordura, lector. Mis padres son especiales. Algo «brujos» y seguidores de la cultura popular. Sin embargo, quiero que leas la anécdota que voy a contar a continuación. Me la contaron ellos mismos. Y, de hecho, me hace cuestionar a quienes predican que este Mal es una mentira total.

Era recién nacido. Salía en brazos de mis padres tras un control médico de rutina en el hospital de mi pueblo natal, Nacimiento. En los pasillos, una pareja esperaba desesperada una solución para su bebé que estaba muriendo «de nada», según el pediatra. Mis padres vieron la situación e intuyeron de qué se trataba. Conmovidos, hablaron con ellos sobre el Mal de Ojo y ofrecieron una solución. Y ya ves que los padres desesperados se aferran a cualquier solución que alguien les ofrezca, así que dejaron que mi madre, la superheroína de esta historia, hiciera sus rezos con el amuleto.
Por muy increíble que parezca, mi papá asegura que el bebé exhaló como si el Mal abandonara su cuerpo. A los minutos, recuperó el color de la piel y se mejoró casi instantáneamente. Sobrevivió al Mal de Ojo para el alivio y agradecimiento eterno de sus padres.
No creo que el pediatra haya sido un tonto, a pesar de que médicos tontos abundan. Solo digo que es raro.
Años después, cuando aún era cristiano e inocente, le pedí que me enseñara, pero no quiso. Por lo que me explicó, la tradición popular dice que el Mal de Ojo no se va, sino que se traspasa de portador (de víctima a exorcista). Hay que tener fuerza para poder soportar el peso de una envidia tan malvada y no quería que me contaminara siendo un niño.
No aprendí nunca. En estos días tampoco creo tanto. Soy más bien un escéptico, aunque no niego lo que sucedió. No obstante, en cualquier caso no necesito a los Warren. Mi madre, la «Señora de los Rezos», es mi heroína desde siempre.
Caso 2: Un escéptico sin cuidado
Por el contrario, mi papá no parece ser afectado por estos males. A pesar de que no niega que estos males existan, para él estos males «solo existen en tu mente».
En el fondo, a lo que se refiere es que los males no pueden afectarte si tú no dejas que te afecten.
Para muestra, un botón. Recuerdo que contó que hace muy poco que en su trabajo alguien desconocido dejó un muñeco vudú por la noche. A la mañana siguiente encontró a todos los trabajadores aterrados. Para evitar la superstición, le dio un puntapié y les dijo a todos: «Se acabó. Esto no les afecta si no quieren» y dio por zanjado el problema. Por suerte, la gran seguridad y credibilidad que inspira hizo que la gente volviera a su trabajo sin mayor problema. Sin embargo, hubo algunos que aún dudaron entre risas nerviosas y miradas suspicaces. Fue a ellos a quienes se les ocurrió enterrar el muñeco y rezar para contrarrestar el mal.
Todas esas personas fueron despedidas o tuvieron incidentes desagradables.
Pudo haber sido coincidencia. O no. No obstante, y otra vez, no deja de ser raro. Es una contradicción: Él cree en la existencia de estos males, pero no decide no dar poder a estos sucesos. Es más, parece que le resbalan los maleficios sin usar ningún tipo de amuleto.
¿Será que tiene algún tipo de poder especial?
Yo creo que no. Para explicarlo, quizás sea bueno analizar en qué consiste el Mal de Ojo específicamente.
El poder de la envidia
El poder del Mal de Ojo se origina a partir de una envidia intensa; un sentimiento maligno de sorna y deseo tan grandes que no se pueden contener al interior del espíritu, y que terminan por poseer y enfermar a los demás.
—¡Que bonito tu hijo! —dijo el envidioso cuando, en realidad, quiso decir: «ojalá estés muerto para que el cabrón de tu padre muera de pena, y yo pueda ser más feliz que él».
A mi parecer, y en el fondo, es una representación de los alcances de la envidia en las personas. Un mal invisible que vive en tu entorno: en tu familia, en tus enemigos y, lo que es peor, entre las personas que se hacen llamar amigos tuyos.
Ahora bien, ¿cuál es el remedio contra la envidia ajena?
La respuesta te la responderé con otra pregunta: Que alguien desee tu fortuna porque considera que no te la mereces, ¿es realmente un problema tuyo?
(R: NO)
Sin embargo, la gente tiende a ser fatalista. Se toma las afrentas de forma personal. La envidia les afecta. Y ahí empieza el problema porque, como dice mi padre: «el mal se lo crea uno mismo». Lo atrae.
La «profecía autocumplida» es una forma en la que participamos en el futuro de forma inconsciente. Normalmente, está asociada a hacer realidad nuestros peores miedos. Por ejemplo, alguien te dice que hay un vecino envidioso que echa el Mal de Ojo en los niños de tu comunidad. Tienes hijos, por lo que la idea te parece peligrosa. Se fija en tu cabeza. Lo evitas a toda costa para que no dañe a los tuyos; pero, lamentablemente, te lo topas de casualidad cuando llegas con tus hijos del colegio. Ves con rostro de horror cómo los saluda y los mira con esos saltones y horrorosos.
Corres a revisar a tus hijos. «Qué mal aspecto tienes». «¿Te crecieron las orejas?». Te sugestionas con una enfermedad. Los sugestionas con que están enfermos. Y, finalmente, ellos mismos acaban creyendo que están enfermos.
Por favor, ¿quién no se va a enfermar así?
Como ves, la profecía autocumplida es un mal psicológico real. En este sentido, la sugestión negativa puede causar estragos tanto para uno como para los demás. Por suerte, el remedio es bastante simple: basta con no tomar tanta importancia con estos asuntos. O, más simple, no creer en supersticiones.
Esta puede ser la razón del por qué a los escépticos como mi padre no les sucede nada. Si todo «te chupa un huevo», obviamente los alcances de estos maleficios se pierden. Los maleficios requieren de una fuerte voluntad de quien maldice, y del traspasar el mal de una forma no evidente para afectar a la víctima. Pero, por sobre todas las cosas, requiere que la víctima crea en el mal la afecta.

Ojo con el Mal de Ojo
El amuleto más simple para acabar con el Mal de Ojo es regirse por el principio de una mente fuerte, enfocada más en su propia felicidad que en el mal que otros podrían hacerle.
Pero no todos tienen esa fortaleza. A veces, por más que uno quiera ignorar a propósito estos males, igual le atacan. Y no hay soluciones.
Por otra parte, los rezos y amuletos sí dan resultados. Considero que la protección mental que ofrecen estos talismanes ayuda a aumentar la confianza en que estos males no pueden atacarnos. Los rezos de mi madre resultaban porque las personas confiaban en la mejoría.
Así que, si me lo preguntas, yo sí aconsejaría usar algún objeto que ayude a contrarrestar el Mal de Ojo. El amuleto más antiguo que existe es un ojo. No uno real, por favor, sino uno de decoración. Les llaman «ojos turcos», aunque existen más alternativas decorativas que emulan ojos de otras culturas. Además, las venden en forma de aros, pulseras, collares, anillos, etc. ¡Incluso puedes hacerte un tatuaje!
Otro recurso conocido es usar un objeto de plata. Se dice que la plata ayuda a mantener las malas energías afuera del cuerpo y eso, a mí, me ha servido como escudo cuando me siento un poco atacado. Es mi totem.
En fin, se dice que los objetos definen a los seres humanos y, bueno, «persona precavida vale por dos». Al menos, si las cosas que estoy diciendo no son ciertas y nada resulta, siempre podrás tener un Ojo en el que confiar para sortear la maldición del Mal de Ojo.
Y, por sobre todas las cosas, aléjate de los envidiosos. Son peligrosos.