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Los cambiaformas (shapeshifter en inglés) aparecen a lo largo de toda la ficción de terror. Son personajes con apariencia de humanos, pero que no son humanos del todo. Esconden esa parte terrible dentro de sus cuerpos que en cualquier momento aparece y amenaza con acabar con nuestra vida y la de todos alrededor.
En resumen, una bomba dentro de un ser humano.
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Muchos niños aman a sus abuelas. Les dan comida, los consienten, los malcrían y les dan dinero gratis, todo a espaldas de sus padres. Tienen buenos consejos, te cubren las espaldas y lo único que piden es que las visites cada cierto tiempo. Negocio redondo para quien tiene la suerte de tener una abuela cariñosa.
Sin embargo, en la ficción de terror ocurre todo lo contrario. Porque si algo nos enseñó el género de terror es a temer a la senectud.
Nadie se imaginó a Baba Yaga, a la Monja o al mismísimo Demonio en el cuerpo de una mujer bella y joven con el propósito de asustar. De hecho, se nos ha inculcado a través del tiempo que debajo de la piel arrugada, los cuadros añosos y las galletas horneadas encontramos con frecuencia a una villana brutal con una severa acumulación de resentimiento asesino.
Toda mujer es una asesina en potencia con el paso de los años. Se sabe.
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La Ficción Extraña (o Weird Fiction como la conocemos en inglés) es de esas cosas que te hace recordar que «hay de todo en la viña del Señor».
Este es un género especial que se nutre de otras ramas de la ficción, como la fantasía, el terror y la ciencia-ficción. Su gracia modificar el status quo de la realidad a un nivel salvaje y, muchas veces, ácido; algo que aman sus seguidores.
Porque hay colores para todos los gustos, aunque esos colores sean algo extraños y perturbadores.
¿No es adorable?
Gerardo es un hombre solitario con un peligroso vacío en el pecho. La chica que le gusta lo visita. ¿Cómo evitará ponerla en peligro?