Cuando era un niño provinciano de pueblo rural, tenía la costumbre de caminar junto a un amigo que contaba historias fantasiosas. Hasta ahí todo normal, cuando:
—¡AAAAHH! ¡UN GATO NEGRO!
Y apenas veía al pobre cuchito oscurecido se giraba para no cruzarse con él. Si de por sí ya tenía mala suerte, imagina tentar su destino con la marcha de un gato negro.
Se entiende. Pueblo rural; superstición. No obstante, la creencia de que los gatos negros provocan la mala suerte sigue muy arraigada en la cultura popular hasta hoy en día. Posiblemente, la ignorancia hace lo suyo también. Pero, ¿realmente es así? ¿Son los gatos negros un motivo de alerta por su mera aparición?
Fueron años de duda hasta que el destino me empujó a adoptar a uno. En realidad, Chimuelo solo tenía su rostro negro; pero la naturaleza y el destino lo transformó en una negrura total de ojos gigantes y peludo como la cosa voraz. Es bellísimo. Todo el mundo lo adora como a una obra de arte.
O sea, es un gato. ES arte.
Lo cierto es que, así como bello que es, también es el Diablo mismo hecho carne. Y, a pesar de que igual le perdono sus maldades, siento que algo en él no actúa conforme a lo que debiera esperarse de una mascota. Es manipulador, desordenado y cruel hasta con sus presas. Hasta los otros gatos le temen, pese a mostrarse de lo más dócil con los humanos. Un cínico de colmillos voraces.
Podría jurar que es malvado con alevosía y que disfruta el tener un corazón tan negro como su pelaje. Eso me devolvió a mi niñez, a las creencias de mi amigo, y a cuestionar la superstición. ¿Será que los gatos negros nacen de esa forma? ¿O es que se vuelven así, asumidos en su condición de maldad?
¿Será que tienen razón las personas cuando los señalan como entes de mala suerte?
El gato negro en el inconsciente colectivo
Los gatos han estado relacionados a la brujería desde hace mucho tiempo. En Egipto, se creía que eran una representación de la diosa Bastet, protectora del hogar, lo doméstico, lo femenino y los partos. Su relación estaba determinada por la influencia de los gatos en el control de plagas que afectaban al grano, particularmente los ratones. Actualmente ya no usamos a los gatos para eso. De hecho, cazan por diversión. Mi gato asesina ratones sin miramientos. Aún puedo sentir los gritos de piedad ratonil mientras esa bestia les clava los dientes en el vientre. Supongo que eso valía en la antigüedad el estatus de dios; aunque sospecho que era uno más temido que amado.

Siguiendo el curso de la historia, en la Antigua Grecia se relacionaba al gato negro con Hécate, la diosa de la brujería, la noche, la luna y los fantasmas. En resumen, se consideraba una criatura de la noche; un ente oscuro digno de respeto místico.
El temor de Dios es un don. “Salve, oh, Chimuelo, Rey de la Noche, y protégenos de tu ira”.
Sin embargo, la herejía es una característica muy humana, y así como en la antigüedad el gato negro fue una criatura de respeto, durante la Edad Media la Iglesia Católica y la ignorancia de los fanáticos transformaron su figura en un símbolo de mala suerte. Todo se remonta en el período de la Inquisición cuando el Papa Gregorio IX escribió un decreto donde se afirmaba que los gatos negros eran representaciones del demonio. Cerridwen Fallingstar, autora de ‘Broth from the Cauldron: A Wisdom Journey through Everyday Magic’, nos otorga la siguiente explicación:
Los gatos, como las mujeres acusadas de brujería, tienden a mostrar una sana falta de respeto a la autoridad. No adulan, como perros, ni siquiera a los indignos. En la iglesia, ni las mujeres independientes ni los animales independientes debían ser tolerados.
En otras palabras, un célibe poderoso con un pito pequeño complejo de inferioridad enfurecía con la rebeldía de los gatos y ocupó el antiguo vínculo del gato negro con las brujas, el ocultismo y la hechicería para cimentar su desgracia. Y al que no le guste, que se joda (en la hoguera). Eso conllevó a un “michicidio” masivo (incluso de gatos no negros) que disminuyó considerablemente la población de gatos en poco tiempo.
Como se podía presumir, la ira de nuestro dios no se hizo esperar, y su consecuencia fue terrible: la peste bubónica arrasó a Europa a finales de la Edad Media.
Oye, pero, ¿qué tenían que ver los gatos? Obviamente, cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta. Orgías, en este caso. Los ratones proliferaron en hordas y su pueblo se expandió por el mundo europeo. Lo que no contaban los cazadores de gatos es que las ratas son vectores del virus de la peste, por lo que, al estar rondando libremente sin control, diseminaron la enfermedad en todo el territorio.
¿Ven? La ignorancia se paga caro. Más sabe el gato por viejo que por gato.
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Los Gatos de Ulthar
Cuento de H. P. Lovecraft. Un pueblo misterioso donde no puedes matar a un gato o morirás.
De la oscuridad a la fama
Por suerte, el período de matar gatos se acabó hace siglos y ahora podemos vivir en paz. No obstante, el gato negro goza de cierta “reputación” mística, lo que tiene consecuencias en las historias que contamos sobre ellos. De hecho, la ficción aprovecha estos recursos para ocasionar más impacto en la mente de quienes escuchamos esas historias, normalmente asociadas a lo oscuro.
El caso que más me gusta es el de Salem Saberhagen, el particular amigo de Sabrina, la Bruja Adolescente. Obviamente, es el gato de una bruja, y es negro. Su personaje es todo lo que se espera de un gato negro: sarcástico hasta que duele, siempre está metido en problemas extraños, da unos pésimos consejos, y no parece importarle nada más que su propia vida. Sus nueve, en realidad.
Otro caso que los fanáticos del horror recordamos mucho es el Gato Negro descrito por Edgar Allan Poe en el cuento del mismo nombre. El gato es una aparición constante que recuerda las maldades y las aversiones del protagonista, quien lentamente desciende hacia la locura hasta que se vuelve insoportable. Un día cualquiera en la mente perturbada de Poe.
Sin embargo, la mala reputación no es exclusiva para gatos negros. El aspecto rebelde, impredecible y fiero de los felinos conllevó a ciertos creadores a pensar en los gatos como antagonistas. En mi opinión, villanos de lujo. Un ejemplo es Mr. Tinkles, la parodia del Dr. Evil (Austin Powers) en “Como Perros y Gatos”. Aún resuena su risa en mis oídos. ¡Miau!
Aunque si queremos ver gatos que de verdad dan miedo, el mejor caso es Church, el gato renacido del cementerio Micmac en Pet Sematary de Stephen King. Me gustan los gatos, pero esta obra me hace plantear si tendría un gato así de fiero o no.
El estigma de ser gato negro

Volvamos al punto. ¿Son malvados los gatos simplemente por ser negros?
Por lo que entiendo, no. Estudios señalan que esta característica debiera ser completamente al revés, debido a que poseen una modificación genética que está relacionada a la docilidad y la sociabilidad, a diferencia de los gatos considerados salvajes.
Pero, ¿y qué pasa con la criatura de la noche? ¿Con el consejero de Satanás? ¿O la mancha voraz? (Así le digo a mi gato cuando hace alguna maldad).
Es pura superstición. Son siglos de maldad hacia un ser vivo que, aún hoy, algunos ignorantes usan como fundamento para seguir causando daños sin remordimientos. Imagina, lector, que una vez escuché que un viejo buscaba un gato negro para hervirlo en un caldero. Según escuchó, debía tomar “sopa de gato negro” para abrir los ojos a lo oculto. Por suerte, el gato arañó al idiota, que terminó en el hospital con quemaduras en su cara y en los brazos, y consciente de su propia estupidez.
Actualmente, los gatos negros siguen siendo animales rechazados. En los refugios son los animales menos adoptados debido a este estigma del color y la rebeldía. Sí, es porque son negros; una especie de racismo animal tal como ocurre con las arañas, los ratones y las palomas.
Que me digan a mí. Yo tendría como mil… si pudiera alimentarlos a todos. Al menos, lector, recuerda que al comprarme un cuento estás ayudando a que un michi negro viva feliz.
Ahora bien, si el estigma del gato negro puede considerarse un peligro para estos animales; en otros casos es motivo de adoración, orgullo y felicidad.
¡Pero si solo míralos! ¡Son gatos! ¡Y negros! ¿Acaso existe una perfección más bella en este mundo?
El aura de malignidad que se ha creado en torno al gato negro hace que se vuelva fascinante para aquellos que les gusta la mística y los placeres de lo extraño. Es precisamente por eso por lo que me gusta mi gato. Siento una admiración y fanatismo irracional, como el símbolo de la belleza y la maldad al mismo tiempo, casi como una adolescente emparejada con el peor tipo de la camada.
Y sé muy bien que no soy el único que siente esto.
Como fan del horror, es imposible no asociarlo a fantasmas, brujas y ocultismo. Incluso, al heavy metal. Es que un gato negro es algo muy rockero, diferente, rebelde. Por algo se asocia a Satanás, el Gran Opositor: es un símbolo de la discusión sobre el orden que existe en este mundo.
(No es que odie a Dios. Me tomo todo desde una lógica simbólica. La sangre está mejor dentro de las venas)
Sí, Chimuelo es malvado. Más que eso, es un travieso que se esconde en la oscuridad a esperar a los otros gatos para darles su merecido. Eso lo sé porque llega con el pelaje del invasor en el hocico después de la pelea. Lo adoro por eso, por esa impronta de maldad que transmiten sus travesuras de gato.
En fin, los gatos negros no son distintos a otro animal, no tienen una característica tan especial más que ser negros. Así que si ven a alguien que se gira ante un gato negro porque da mala suerte, sugiero una cura que resulta muy bien para los supersticiosos: una buena patada en el trasero. Por las dudas, igual prefiero tenerlo cerca durante las noches para evitar una catástrofe.
No vaya ser que, a modo de venganza, a mi Chimuelo se le ocurra llenar un caldero con las colas de lagartijas, patas de pajaritos y otros objetos que recolecta; y empiece a rezar un hechizo para someter al mundo bajo su garrita.
Los gatos vienen a dominar el mundo. ¿Lo sabías?
Están prevenidos.