Las brujas nos atormentaron durante siglos. Sabemos por nuestros padres, en una forma cruel de amenaza, que se nos aparecerían por la noche y nos llevarían si no nos portábamos bien. Otros atribuyen las muertes inexplicables y violentas a la brujería.
De una u otra forma, si veías una bruja, mejor huir. No fuera a ser que terminaras convertido en sapo, en un verrugoso engendro o, peor: muerto.
Pero los tiempos cambian. Lo que antes nos parecía una brujería ahora tiene una explicación científica o, al menos, está cerca de desvelar su secreto. Ya no hay evocadores de elementos como el fuego o el rayo, ahora sabemos cómo ocurren. Ya no hay salvaciones milagrosas, sino medicamentos que nos permiten llevar una vida mejor. En otras palabras, a más ciencia, menos brujería. La ignorancia retrocede día tras día con cada avance tecnológico (aún cuando existen ultraconservadores que se esmeran en mantener creencias ridículas).
¿Eso significa que las brujas dejaron de existir? Pues, para nada. Aún existen personas que se dicen «brujas», que hacen amarres, maleficios o vaticinan la fortuna. También existen otras que «limpian las energías» de las malas vibras, la envidia o el daño por simple pensamiento. Se hacen necesarias con una necesidad que, a todas luces, no existe realmente.
¿Qué será lo que lleva a ciertas personas a creer en estas cosas supersticiosas? ¿Es que existe una manía a creer en algo más allá de la vida?
¿O es que existen algunas experiencias que nos someten a arrodillarnos a eventos místicos donde la ciencia no tiene nada que hacer?
La creencia en brujas
Primero deberíamos preguntarnos cómo es que llegamos a creer en brujas.
El relato ancestral, así como la ficción sobrenatural actual, insiste en la idea de creer en brujas para explicar ciertos fenómenos a los que no podíamos poner una explicación. Les atribuimos el poder de curar enfermedades con el conocimiento de los hongos del bosque, de someterte a un maleficio, de controlar a los animales y muchas cosas más.
Lamentablemente, la influencia de la iglesia cristiana y la connotación del paganismo provocó una caza desmesurada de personas con «sabidurías naturales». Miedo e ignorancia. Es muy parecido a la intención de hacer ver a un mundo violento donde no lo hay, sobre todo en estos días.
Sin embargo, y a pesar de los intentos de erradicar a las brujas del planeta, ellas jamás morirían. Las historias contadas de boca en boca se encargarían de inmortalizar a estas personas con el control de las fuerzas de la naturaleza y su pacto con el demonio. De hecho, muchos de estos relatos se usaron para enseñar a las futuras generaciones a comportarse mejor. «Pórtate bien o la bruja te va a llevar». Otros se usaron descaradamente para señalar a adversarios y acabar con ellos en la hoguera. Historias hay varias, y son muy buenas.
Lo importante aquí son los símbolos. Estas señales traspasaron las eras y se convierten en formas de invocación de las fuerzas que antiguamente ayudaron a tantos a lograr sus objetivos, a menudo, caprichosos. La tradición, la añoranza y el convencimiento de su resultado mantienen vivas las creencias en símbolos que únicamente pueden ser manejados por personajes especiales que comunican sus habilidades a viva voz.
En la ruralidad este tipo de historias abundan. Según mi experiencia, la lejanía con la comunicación y los avances promueven en las personas esta suerte de creencias supersticiosas que son cultivadas como una forma de saber «tradicional».

Las brujas de pueblo
Mi infancia la pasé en el campo. He visto al diablo, duendes y también he escuchado a la llorona. Digamos que pocas cosas me asustan realmente, aunque igual salto con los scarejumps.
La gente ve cosas raras. Eso no lo discutiré jamás. Brujos se ven a cada rato. Es como comprar el pan.
Un ejemplo son los chonchones, o tué-tué como se les conoce por ese particular graznido que les da su nombre. A una amiga le cantaron en el techo de su casa y, a los minutos, los vidrios se quebraron y el techo cedió. Por suerte, nadie murió. Recuerdo que a un alfarero cerca de mi casa le cantaron y se murió de un ataque sobre la greda. Prácticamente, le dio forma a su propia muerte. Es porque los chonchones, brujos en forma de pájaro malvado, predicen la desgracia o la invocan en el lugar donde pasa.
Un buen relato sobre ellos está en la pluma de Marta Brunet, «Ave Negra».
Otro caso extraño es de las gitanas que llegan a los lugares. Con simples sortilegios son capaces de hacerte caer en las mentiras sobre un maleficio.
Una vez me topé una en la calle camino a mi casa. Quería dinero, para variar. No quise ofrecer nada, pero ella me tomó la mano para «leerme la suerte». Me puso un pañuelo encima y de adentro brotó, de una forma que no sé como, el cadáver de una lagartija seco como escupitajo en el desierto. «¡Un maleficio!», me dijo. Pasé de largo y no le di ninguna moneda. Me lanzó todos los maleficios y garabatos que pudo en un rosario de minuto y medio. Se caga en la falda si supiera que he visto al Diablo.
Pero lo más extraño es la figura de quienes llaman brujas, sean buenas o malas. Recuerdo el caso de la señora «arregla pies», una componedora de huesos. Nosotros íbamos porque mi hermana tenía los pies torcidos por el pie plano. La sanó con una habilidad casi milagrosa, siendo que jamás estudió enfermería o algo por el estilo. Y, aún así, había gente mal intencionada que prefería alejarse de ella porque era, supuestamente, una bruja.
Los pueblerinos tienden a tachar lo que no entienden de brujería. De cosas del mal. Cosas del cachúo. Y cuando les da con alguien, lo aíslan. No lo sueltan. Todo el mundo «sabe» que hay una bruja y que es mejor alejarse de ella antes de terminar afectado. Le atribuyen asesinatos que, en teoría, jamás debieron haber ocurrido por tal cosa. Cánceres fulminantes. Al tío de un amigo lo encontraron tirado, «embrujado», cuando un asesino le puso ácido de batería en el trago.
Sí, la brujería sirvió y sirve para enmascarar los crímenes y lograr la impunidad. Algo conveniente para gente que no acostumbra a razonar por falta de educación. O por inocencia.
Estas experiencias nos marcan lo suficiente para que sigamos creyendo en estas cosas. Sin embargo, seguramente alguna explicación habrá como lo hay para todo, si es que deseamos buscar esa explicación.
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La ficción de terror nos llenó la cabeza con la idea de que ciertas brujas son cool, sobre todo las adolescentes. La eterna pregunta que queda en la cabeza es: ¿y si fuera brujo…? o ¿y si existieran…?. La fumada te puede pasar la cuenta. En intentarlo no se pierde nada.
Muy lindo y todo, pero hay gente que de verdad cree que eso existe sin ningún tipo de evidencia comprobable. Se llenan la cabeza de libros basura y rituales sin sentido. La razón común es intentar controlar las fuerzas de la naturaleza «mística» para sus propios caprichos: ser millonarios, guapos, exitosos, y controlar el futuro a su antojo. Algo severamente infantil.
Miremos el caso de los astrólogos, que creen que pueden predecir el comportamiento de las personas a través de la influencia planetaria y energética. Apelan a ángeles, al año de nacimiento, a las estrellas, etc. Si la cosa fuese así, si de verdad estuviésemos determinados irremediablemente por nuestros astros, no existiría un crecimiento verdadero en las personas. Siempre serían igual de estúpidas, dependiendo del año en que nazcan.
Suena a una ridiculez, ¿cierto? Así no son las personas. Son solo resultado de sus acciones y experiencias.
Hay algunos iluminados que inventan rituales para evocar a los espíritus. Incluso, los jóvenes todavía creen en provocar rayos con las manos como los Sith. Otros que lanzan males de ojo cuando en realidad solo se llenan de envidia y amargura en sus corazones caprichosos. Total, «el universo conspira a tu favor». Los astros y las varitas de sauco y el tremendo arsenal que venden en las tiendas místicas servirán para cumplir tus deseos. No lo niego, con tantos creyentes es un excelente negocio.
A mí se me hace que la predisposición a estos rituales delata la impotencia de no poder controlar el mundo a nuestro antojo. De tener seguridad que sí podremos tener éxito en lo que queremos sin mover mucho el cuerpo.
Pero, de ser así, ¿aprenderíamos algo como seres humanos?
El mundo es azaroso, incontrolable. Ya basta de querer controlar todo. Es imposible.
Lo problemático con esto es que cada rato aparecen personajes como Simón Ángel que vienen a hablarnos de sus poderes. Y pueden llegar a ganar millones gracias a los vaticinios, amarres o brujerías que, aparentemente, resultan.

Aprovechamiento descarado
La verdad es que nosotros mismos deseamos que resulten las brujerías. Por eso resultan. Es algo muy parecido al «decretar»; cuyo efecto real se le llama Teoría de la Profecía Autocumplida. En resumen, es un comportamiento que te lleva a lograr de forma inconsciente lo que estás pensando. Una forma de decir «eres lo que piensas». Incluso funciona con los peores miedos que, al no poder salir de la cabeza, terminan sucediendo.
Milagro o maldición, el resultado es cosa de una mente optimista o pesimista.
Los rituales de las brujerías nos ayudan a canalizar nuestra energía mental hacia lo que queremos o tememos. No, nada de energías místicas, sino pensamientos en el consciente y en el inconsciente. Como hacemos el ritual o pagamos para que alguien lo haga, confiamos en que las cosas van a ocurrir y, finalmente, terminan ocurriendo. Bajo la lupa de la lógica, lentamente vamos tomando decisiones casi sin darnos cuenta hasta que se cumpla lo que queramos. Puede ser el ganar dinero o el dañar a otra persona, así que cuidado con lo que deseas.
Una razón más para pedir el deseo de cumpleaños al apagar la vela.
Es así que las brujerías realmente se «cumplen». Estos brujos montan rituales, algunos muy ridículos, para que impacten a las personas y ellas mismas cumplan su destino. Pero no hay fuerzas de la naturaleza. No hay cosas raras. Ningún astro definirá tu destino.
En conclusión, sí existen las brujas. Nosotros tenemos el poder de hacer que existan porque creemos, finalmente, en las cosas que hacen. Solo así resultan. La magia es nuestra, no de quienes la «canalizan». Así que si quieres que algo se cumpla y quieres creer que así sea, haz tu propio ritual y empieza a rezar para que el Cielo se apiade de ti.
En una de esas, te lo cumple.
Y tú, ¿crees que existan las brujas? ¿Por qué?
Te leo en los comentarios.