Artículo que representa mi pensamiento e interés como artista. No pretende herir a nadie. Estar en desacuerdo también es válido.
Aarón Jesús
Los fanáticos del terror somos personas con gustos raros. Es decir, nos atraen los monstruos asquerosos, las criaturas exageradas y los asesinos seriales que, a su vez, sienten gusto por la sangre y las vísceras humanas.
No es que se trate de un gusto considerado «normal», pues no es costumbre (ni debiera normalizarse) el convivir entre asesinatos y vísceras colgando en todos lados. No obstante, y por alguna razón, este mundo nos encanta tanto que nos llenamos de libros, películas, figuritas, posters y merchandising dedicados a la oda del miedo.
Seguramente tú, lector, aprecias al género tanto como yo. O al menos tienes un amigo con un gusto tan loco como el mío. Cualquiera sea la forma, sabes a lo que me refiero: Somos niños disfrutando de nuestros juguetes.
Es de esperar que un gusto tan extraño sea un motivo de rechazo para personas que señalan tener una vida «normal». Tampoco se espera que comprendan nuestro fanatismo excéntrico. Sin embargo, me alarma que el gusto por el Terror-Arte sea catalogado como algo tan negativo cree un rechazo casi racista. Es más, algunos grupos de mentes conservadoras incluso se creen con el derecho de censurar y burlarse de estas personas en nombre de los «buenos valores» de la sociedad civil.
Te tratan como psicópatas, una escoria vil tan horrible como si se tratase de un monstruo.
Un monstruo por admirar arte.
Enfrentar la dura realidad
Ciertamente, somos fanáticos del género; pero ser fan en algo no implica hacerse parte o validar conductas condenables. Si fuera por eso, los fanáticos mataríamos gente todos los días y a todas horas solo para satisfacer el gusto por las vísceras. Por el contrario, jamás en mi vida he conocido a un fanático por el Terror cuyo gusto esté directamente asociado a un comportamiento tóxico.
Créeme, lector, he estado entre algunos grupos de fanáticos y es muy raro el tipo que se comporta de forma indeseable y, así como están las cosas, son los mismos fanáticos quienes marcan, tachan y aíslan a un miembro cuando tiene un mal comportamiento. Hasta sería capaz de apostar que los fanáticos podemos colocarnos más fácilmente en el lugar de nuestro prójimo y salir en su defensa ante una situación injusta. Y sí, todo por nuestro gusto exquisito por sentir miedo en nuestras venas.
Los fanáticos del género de terror no somos psicópatas. Te lo voy a demostrar.
La realidad suele ser compleja y a veces dura. Algunos ejemplos:
- Una horda de machotes viola y asesina a una adolescente por puro capricho machista. Asimismo, existe cierta clase de gente que los protege porque cree que tienen algún valor.
- El mundo se polariza por burros orgullosos. Dirigen grandes países y se amenazan constantemente con la guerra. Una guerra de la que si no eres parte, estarás listo para ser atacado por todos los odiosos que encuentres. En estos tiempos, odiar es vivir.
- Un virus altamente contagioso se expande sobre la Tierra y amenaza con acabar con la humanidad. Evitar el contagio implica no trabajar. Y hay naciones donde si no trabajas, te mueres de hambre. Es probable que muchos prefieran contagiarse por tener la sola posibilidad de comer.
Es imposible no sentirse abrumado por la cantidad de cosas difíciles que ocurren hoy en día. Situaciones así se hacen cada vez más frecuentes y nos involucran en una realidad que, en algunos casos, supera a la ficción. Porque lo que acabas de ver no es una antología de películas de terror. Son las noticias.
Sin embargo, el listado de situaciones anterior tampoco refleja nada que no hayamos visto en alguna obra de Terror:
- Holocausto caníbal trata sobre el salvajismo y las violaciones horrorosas a la humanidad.
- ¡Marcianos al Ataque! habla sobre el sometimiento, la estupidez humana y el precio de la libertad.
- La profecía y El bebé de Rosemary hablan sobre cultos egoístas y avariciosos enmascarados en la vida cotidiana.
- El abogado del Diablo nos enseña el alcance del poder.
- Todas las películas modernas del sub-género «zombie» hablan sobre el desastre que provocaría una enfermedad desatada en el planeta. Destaco Resident Evil, 28 días después y El amanecer de los muertos por ser ampliamente conocidas.
Todas estas películas fantasiosas tienen componentes de la misma realidad en la que vivimos, y con las que los fanáticos del terror disfrutamos. Los cultos satánicos no se diferencian de la crueldad con han actuado los cristianos. Los horrores de los caníbales son similares a las violaciones de cualquier fuerza de orden, sobre todo cuando actúan como perros sin cadena. En todos los gobiernos operan los abogados del Diablo (es una frase común) y, por último, todos los invasores tienen rostros de extraterrestres.
Sin embargo, la situación cambia al pensar en estas maravillosas obras. Ya no sentimos miedo, sino algo más parecido a la excitación.
¿Qué cambió? ¿Por qué no estamos horrorizados con lo que vimos? ¿Es que acaso ver crueldad en la realidad del mundo normal no es suficiente? ¿Cómo es que la crueldad nos parece, de pronto, sumamente divertida?
Los artistas también somos fanáticos del terror
Es cierto; los artistas nos encargamos de que estas historias sean entretenidas; de otra forma, el público no daría valor a nuestras narraciones y no tendríamos ninguna razón de existencia. Es la pasión por nuestro oficio. Pero, por otra parte, los narradores también entendemos que las obras de terror son una ocasión exquisita para experimentar los horrores del mundo de una forma asimilable y bastante más segura.
Piénsalo bien: nadie se va a exponer a un problema de forma gratuita, salvo que de verdad seas un loco o tengas algún problema de autoestima tan grave que necesite terapia. En cambio, puedes aprender de una situación difícil desde la distancia de una pantalla o desde la comodidad de un libro, sin tener que exponer tu vida innecesariamente.
Yo lo veo como una forma altruista de enseñarte a estar más preparado para enfrentar ciertas situaciones peligrosas cuando llegue el momento.
¿No me crees? Vamos a hacer el siguiente ejercicio: Estás solo/a en tu casa y sabes que un tipo peligroso merodea por el barrio. Para tu mala suerte, justo entra a tu casa. ¿Qué haces?
Es muy probable ya conozcas varias alternativas: llamar a la policía, tomar un arma, buscar un escondite, camuflarse, etc. En otras palabras, ya sabrías que hacer. Pero, ¿cómo lo sabes? ¿De dónde sacaste el ejemplo o la idea?
Simple: Esta situación es la trama típica de una película Slasher o de algún Thriller que viste por ahí.
Si bien los asesinos y gamberros distan de ser fantásticos como en las películas, seguramente ya sabrías cómo podría terminar la historia ─en un festival de sangre y vísceras─. Gracias a eso, también sabes qué debes evitar a toda costa; porque, apelando a cierto criterio intelectual, se sabe que las víctimas de las películas de terror son tan estúpidas que corren directamente hacia el asesino.
Lo que queremos es sobrevivir. Ciertamente, una ventaja para los fanáticos del terror.
Contar historias con un propósito de moraleja se ha hecho durante varios siglos, desde que existen las historias. Piensa en que la posibilidad de que un psicópata se robe a tus niños en horarios nocturnos inspiró las historias de brujas, como Hansel & Gretel, el mito del Viejo del Saco, o el mito de la Llorona. En conclusión, somos capaces de comprender el mundo mientras disfrutamos de una buena obra de Terror-arte, pero de una mirada distinta (y hasta más suavizada) mientras nos entretenemos. Aprendemos a ser personas con mayor fortaleza mental casi sin darnos cuenta.
la monstruosidad de los conservadores
Ahora bien, nuestra costumbre de experimentar historias de un mundo complicado, difícil y espeluznante no solo incrementa nuestra fortaleza emocional, sino que también nos convierte en seres con mayor empatía.
Ver personas sufriendo y luchando por sobrevivir hace que sea más fácil para nosotros colocarnos en la posición de las víctimas de una agresión. Sabemos lo difícil que puede llegar a ser una situación como esa, y también sabemos que esas cosas no deberían ocurrir, debido al componente moral que tiene cada obra de terror. Es precisamente por este punto que está totalmente descartado que un fanático del terror sea un verdadero psicópata sino, más bien, todo lo contrario: un gran aliado de la sociedad.
En este punto me daré el lujo de ahondar en mi punto de vista como artista del género en relación a las convenciones sociales.
El terror tiene la ventaja de apostar por tramas transgresoras, fuera de lo que la misma moralidad cínica que la sociedad permite aceptar. Es más, me atrevería a aseverar que varias veces el género de terror se caracteriza por ser la punta de lanza para romper varios temas tabúes gracias a su característica de «prohibido». Ya no es el desnudo ocasional que escandalizó a todo el mundo, sino que ya nos acostumbramos a ver el cuerpo desnudo como algo normal. Lo mismo con las escenas de sexo. O vamos a seguir el caso de Jordan Peele (Get out, Us) que nos muestra los constantes abusos que comete la sociedad estadounidense en contra de los afroamericanos, una visibilidad maravillosa a un problema grave como lo es el racismo.
Es de esperar que gracias al terror podamos hablar de homosexualidad, la hipersexualización, la ola de violencia u otros temas que debemos enfrentar como sociedad. Y eso está bien; es lo que me encanta de este género. Está bien porque eso sucede ahora mismo, en la realidad; son situaciones en pugna en contra del pudor de una moralidad del siglo pasado. Cuestiona nuestros y valores y nos hace preguntarnos si realmente hacemos lo correcto.
Por otra parte, nuestros jueces de mentes conservadoras defienden valores francamente cuestionables desde una posición de comodidad; confort obtenido gracias a costumbre social de sus «buenos valores».
Imagínate, lector, gente defendiendo sacerdotes cuestionados por abuso de menores y sin la menor intención de solucionar realmente el problema más que un llamado al perdón. Gente defendiendo dictadores cuestionados por genocidio. Gente defendiendo figuras públicas involucradas en abusos sexuales. Gente defendiendo avariciosos que se roban el dinero con que la gente común debiera comer. El perfil de estos conservadores, pertenecientes al círculo de estos abusadores, deja entrever bastantes contradicciones atroces que, comparados con los monstruos de la ficción, no significa absolutamente nada.
Entre la realidad y la ficción, ¿qué monstruo es preferible?
el horror es divertido y educativo
Finalmente, debo precisar que los psicópatas, como tales, existen bajo cualquier situación. Existen enfermos vestidos de gente «normal» y también debo admitir que existen los psicópatas que son adeptos al terror, y que creen que esas situaciones terroríficas pueden ser replicadas en la actualidad.
Pero, como señalé anteriormente, esos psicópatas son marcados y alejados por los mismos fanáticos del terror. Así como a nuestros jueces, no nos gustan las malas actitudes.
Nuestros jueces deberían repensar, quizás, su facilidad de juicio hacia los fanáticos del terror, pensando que también entre sus filas debieran contar con psicópatas. Peor, al perseguirnos, ¿quién no diría que no son psicópatas también?
El personaje de Billy en «Scream» (1996) lo resume de esta manera:
«Sid, las películas de terror no crean asesinos. Solo hacen que sean más creativos».
Suerte que Craven, su director, era psicólogo. Y vaya que debió haber ayudado a muchos jóvenes gracias a las temáticas de adolescentes y los traumas de los que habló en sus películas. Nadie podría hablarte de este tema con la crueldad y verdad suficiente si no fuera un artista de Terror y sus obras sangrientas.
Los fanáticos no vivimos con la cabeza en el infierno. No somos personas insanas. En realidad, ningún amante del terror piensa en convocar a Satanás por su poder; pero sí es probable que haya inspirado a buscar la verdad tras la religión. Ningún amante del terror piensa en asesinar jovencitas desnudas solo por placer; pero sí es más probable que haya inspirado a varias mujeres a luchar en contra de los abusos.
Como dije anteriormente, los fanáticos del género de terror somos niños jugando a que luchamos contra monstruos feos. Así comprendemos nuestros miedos y tenemos una oportunidad para hacerles frente. Porque esa es la finalidad de este género: ayudar a comprender a la humanidad y su forma de actuar; a comprender cómo opera el mundo a través de una mirada mucho más fácil de digerir. A través de la lucha contra el miedo, nos da la oportunidad de ser mejores y contribuir con valores nuestra sociedad.
O, al menos, a cuestionar las malas actitudes; una cosa desagradable para los jueces conservadores.