En estos tiempos difíciles todos estamos algo preocupados por nuestros recursos. Y cuando la necesidad apremia, creer ayuda a mantener un poco la esperanza. Eso es por lo que la Noche de San Juan es un momento excelente para invocar a la suerte a través de sus rituales endemoniados.
No es que sea algo tan confiable, pero sirve.
En medio de la búsqueda de información sobre estos rituales (todos tenemos derecho a querer más suerte, jeje), uno de ellos me quedó dando vueltas en la cabeza. Me lo contó una señora vieja, de esas bien viejas, y que se sabe la historia de la confusión de Babel de primera fuente. El consejo: salir a buscar entierros a medianoche.
—¿Está seguro de que no me está tomando el pelo? —eso que ni siquiera tengo. —Con esa fe, mijito, no me extraña que no encuentre fortuna.
La creencia en los entierros es un mito rural muy antiguo. Se cree que tienen vida propia y que están ahí, en el campo, esperando a que los encuentren. Eso sí, tiene sus peligros; en la Noche de San Juan también hay otras cosas escondidas esperando por ti. Y no son cosas lindas, precisamente.
A pesar de la prevención, la aventura me pareció buena idea. Cosas maravillosas aguardan en la Noche y uno se las pierde de puro incrédulo que es.
¿Qué diablos son los entierros?
Los entierros son tesoros escondidos bajo la tierra que solo se pueden encontrar en momentos «mágicos». Esta dificultad les ha conferido la característica de «embrujados» según el imaginario popular.
Son muy difíciles de hallar. Como mencioné anteriormente, se piensa que tienen vida propia, y que solo se presentan a la gente necesitada que no guarda codicia en su corazón. Por el contrario, si se lo encuentra algún avaricioso, el entierro «se corre», es decir, cambia de ubicación para no ser encontrado o para que pueda ser encontrado por otra persona de sentimientos más puros.
No tengo idea alguna sobre el origen del mito. Tampoco creo que las personas que me contaron sobre esto (todas muy, muy viejas) sepan de dónde viene esta creencia. Por lo que entiendo, es una leyenda local heredada de la colonización; aunque, si quisiera darle un origen, podría ser la costumbre de enterrar las fortunas para no tener que compartirlas con nadie. Puede que hasta los mismos enterradores se olvidaban también de dónde habían escondido sus riquezas.
Lo que sí me llama la atención es que haya personas buscando la propiedad ajena. Un ejemplo más de esa manía de enriquecerse rápido sin importar la fuente ni los medios. El robar en silencio, algo que en esta tierra llaman «viveza» y que es tan bien valorado, lamentablemente.
Cómo extraer los entierros
—Tiene que prepararse, mijo —me dijo la vieja—. No es llegar y sacar un entierro.
De hecho, esta es la parte entretenida. Los entierros cuentan con una gran mística alrededor, precisamente por su origen caprichoso y desconocido. Y no es nada de fácil; hay una serie de condiciones que uno debe cumplir antes de aventurarse a la búsqueda de un tesoro enterrado.
Los entierros son casi entidades, y la gente los trata como tal. Son muy callados y tímidos, por lo que durante su búsqueda no se debe hacer ningún ruido. Nada. Se recomienda que perros, gatos, niños y gente bulliciosa se mantengan aparte.
Lo otro es que, justo antes de salir en la búsqueda, el o los buscadores deben colocarse toda la ropa al revés (obviamente, los zapatos no. Ni modo). Según se dice, es para espantar a la mala suerte, o al mismísimo Diablo.

Por último, además de la pala deben llevar un cirio dentro de un cuenco de machi o brujo. El cuenco les indicará el lugar exacto de un entierro. Aunque otra forma de detectarlos es a través de las luces.
Cuando se habla de «luces», la gente más antigua se refiere a ciertos espíritus que custodian los entierros y dan la ubicación exacta de dónde puede haber uno. Solo pueden verse sin luz. Los mapuches tienen un nombre específico para este espíritu: el Anchimallen.
¡Listo! Eso es todo. Ahora hay que adentrarse en el campo y buscar un entierro en el completo silencio. Si tienes suerte, encontrarás alguno. En ese caso, el peligro aún no cesa, pues el desentierro tiene otro ritual.
Primero que todo nadie, pero NADIE debe saber que encontraste un entierro. Si lo encuentran juntos, entonces nadie debe soltar el secreto. De lo contrario, el tesoro se desvanecerá. Y, luego, jamás nunca trates de usar los valores de un entierro hasta antes de un año de ser encontrado; en este caso, hasta después de la Noche de San Juan siguiente. ¿Por qué? Simple: Se dice que los entierros vienen envenenados y el veneno únicamente se desintegrará después del año del desentierro. De lo contrario, corres peligro de morir envenenado por no saber controlar la avaricia.
Pero ya sabemos que la avaricia no congenia con los entierros.
Los peligros que asechan de Noche
La Noche de San Juan puede ser una fiesta muy entretenida. Sin embargo, hay que cuidarse de las criaturas que rondan en la noche. De hecho, algunos pechoños aseguran que los entierros son cosa del Diablo, así como el aborto, la política y el heavy metal. Podría creerles en el caso de la política.
Lo cierto es que la maldad merodea por los campos y te aseguro que encontrarse con el Diablo puede que no sea tan entretenido después de todo.
El Mandinga anda atento a aquellas almas desesperadas que estén dispuestos a hacer un trato con él. Si lo tuyo es la riqueza, él mismo te revelará un entierro a cambio de un contrato por tu alma. Pero, ¡cuidado!
—Mi primo Juan dijo que cuando fue a buscar el entierro le salieron bichos raros en el camino. —¿Cómo eran? —le pregunté—. ¿Se acuerda de eso? —No los vio na. Pero hacían ruidos extraños como de chanchos colgados, cabras enojadas y gruñidos de cosas que no eran de este mundo.
El primo Juan se puso tan pálido que casi se muere. Para el Diablo, un susto fulminante es una muy buena inversión para aumentar el número de almas en el Averno.
La otra justificación es que el Diablo es avaro y no quiere compartir su fortuna. Si te asustas, gritas; y si gritas metes bulla, lo que haría que el entierro se asuste y, ¡fium!, se esfume.
No obstante, si de tesoros mágicos se trata, hay una criatura que siempre está allí donde está el oro: los duendes.
Se dice que los entierros pertenecen a estas criaturas, así como el tesoro al final del arcoíris. Incluso, los entierros les hacen caso, y su aparición o desaparición está sujeta a la voluntad caprichosa y avara de estas alimañas.
Existen peligros de tener a los duendes cerca, así que se recomienda no molestarlos mucho. Podrías pasarla mal.

¡A buscar tesoros!
¿Quieres ganar dinero fácil? La Noche de San Juan ofrece una aventura maravillosa, pero llena de peligros. Solo apta para los verdaderos aventureros.
Solo recuerda: encontrar un entierro es para quien sabe esperar. Es lo que dice la gente vieja del campo, y a ellos siempre hay que creerles.
Porque más sabe el Diablo por viejo que por Diablo.