Panfletos pasados por arte

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Radek Homola via Unsplash

Artículo que representa mi pensamiento e interés como artista. No pretende herir a nadie. Estar en desacuerdo también es válido.

Aarón Jesús

¿Arte con crítica social o un simple panfleto ideológico? Es una respuesta compleja, pues hablar de arte en política siempre es complicado. Sin embargo, creo que nunca será suficiente discutir sobre este tema para esclarecer los conceptos, aunque sea para pelear un rato en redes sociales, como está tan de moda.

Para algunos, el arte debería tener un fin puramente estético; para otros, en cambio, el arte es sinónimo de críticas a la sociedad circundante. Personalmente, creo que ninguno de los dos está errado, pues considero que el arte debe cumplir con ambos fines. Solo así logra una sustancia que valga la pena para ser admirado.

No obstante, el sentido común demuestra que existe cierto placer en la crítica, independiente de su sabor. Por ejemplo, piensa en todas las obras que han pasado a la historia por su contenido crítico, desde Miguel Ángel a Pink Floyd, o desde Cervantes hasta John Carpenter. Y, oh sí, Alan Moore. Todas sus obras son reconocidas, innegablemente, por esa característica maravillosa de poder encantar a la audiencia tanto por estética como por orientar la mirada que tenemos sobre nuestro entorno. Desafían al público a repensar la forma en cómo vivimos.

Nos enseñan, y por eso les llamamos Grandes Maestros. Es algo a lo que todo artista con vocación aspira.

Sin embargo, existe una especie de proliferación de manifestaciones donde la intención es provocar reacciones en el espectador de acuerdo al descalabro político-social de moda. Simples panfletos sin ningún sentido estético o educativo, pero que se hacen pasar por arte por el simple hecho de ser políticamente controversiales y, además, con un evidente sesgo ideológico.

el artista panfletario y la audiencia ideológica

El «artista» que crea estos panfletos es una especie de iluminado que busca ser dueño de la razón. Para demostrarlo, se sirve de contenido burlesco, violento o puramente visceral. El mártir que se inventaron. La bandera de la injusticia. La frase obvia. O, peor, la frase denostativa que busca más aprobaciones que conciencia. Cosas que generan reacciones porque duelen en la sociedad, por la evidente falta de soluciones que los poderes políticos se esfuerzan en ignorar, sobre todo en América Latina.

El punto de estas obras controversiales es que esta clase de «artistas» ha demostrado que no se necesita que la obra cumpla con un cierto estándar estético. Siempre y cuando la audiencia esté reactiva contribuirá con sus obras para retribuir económicamente su iluminación. Con un simple mamarracho basta.

Mira este ejemplo: proyectar unas palabras locas en un edificio sin ningún arreglo de cualquier tipo. Solo luz y alguna fuente de Google. A veces, alguna que otra imagen sin derechos. Así que, ya sabes, si dispones del dinero para obtener tal tecnología y eres fan de los memes; ¡felicidades!, ya eres «artista».

En esta perspectiva, siento que este tipo de arte atrae la mirada de una audiencia que, sinceramente, poco le importa el arte. Actúan como mascotas: hacen lo que les dicen. Sentir que alguien está de acuerdo contigo, o sea, que justifica tus acciones, puede ser algo sumamente gratificante y a cambio de repetir como loro. Una galleta para un perro por hacer la gracia. Por el contrario, analizar, enfrentar y aceptar la realidad puede ser una extrema proeza mental. De hecho, podrías caer enfermo de depresión. Así es como, en la búsqueda floja de tener la razón ─al igual que el «artista»─, consumen lo que sea de su simpatía independiente de quien provenga. No importa si el contenido expuesto tiene una procedencia moralmente ambigua o, peor, totalmente cuestionable.

Resumámoslo así; son quienes interpretarían de forma literal cosas que se exponen el libros como «La Biblia», «1984» y «Un Mundo Feliz». Incluye muertes, manipulación y tergiversación, todo en nombre de la ideología suprema (o Dios). Muéstrales la imagen de un «mártir» y se vuelven locos. Se vuelven fanáticos ideológicos, holgazanes mentales y extremadamente reactivos, que renuncian a su propia capacidad crítica para depositar su destino en las que creencias que alguien más ideó para ellos.

El panfletero sabe esto y aprovecha su oportunidad. Se sirve de las emociones que genera la injusticia o las causas humanitarias para hacer reaccionar a las personas o, más comúnmente, profetizar con su propia ideología. Así consigue una audiencia fiel para consumir sus barbaridades.

panfleto de consumo

Así como el arte panfletario se convierte en un producto de nicho. Tiene un segmento específico que está dispuesto a consumir por demostrar su razón. Y como consumir significa una retribución, a menudo monetaria, este arte se valora como un producto de consumo y no por las funciones del arte como tal.

Hitler estaría orgulloso si lograra vender «Mi Lucha» en el s. XX. Ni hablar de Maquiavelo. Imagina cuánto dinero ganaría el Che Guevara al mes por derechos de imagen.

Nota: con esto no quiero decir que el arte no deba verse como un producto de consumo. Como artistas, tenemos la obligación de hacer lucrar nuestras obras a fin de mantenernos y seguir viviendo del arte. Solo eso posibilita que exista arte para admirar.

Sin embargo, los artistas panfletarios logran una posición ventajosa frente a otros artistas por el impacto de sus obras. Hoy en día, hablar de las tendencias sociales precipita a la audiencia para manifestar su opinión, ya sea a favor como en contra de un suceso con connotación social mediática. Ese es el motivo por el cual este tipo de arte nunca pasa desapercibido.

Obviamente, a más exposición, mayor relevancia; y una mayor relevancia para un artista se puede traducir en mayores y mejores ingresos económicos. De hecho, el arte panfletario es muy rentable, pues provoca un gran número de reacciones que, para bien o para mal, sirven para mantener al artista vigente.

Puede traer mejores ingresos, pues sin duda esta visibilidad es una característica deseable para cualquier empresa, organización o ente con recursos que quiera el boom de este artista con afanes publicitarios. Esta es una gran y poderosa razón para la que el arte panfletario sea visto como un nicho de mercado bastante atractivo para los artistas.

También es la razón para que se les acuse de «vendidos». Es su negocio.

Impacto social del panfleto

Mi real problema con los artistas panfletarios está en el impacto negativo de sus obras en la sociedad. La exposición de estos panfletos incita a la audiencia a polarizarse entre simpatizantes y antagonistas; es decir, la gente se divide en bandos como si fueran los hinchas de los equipos de fútbol más importantes de la ciudad antes del «derby»; solo que se basa en el juego de las figuras ideológicas. Rojos contra Amarillos. La Hoz contra el Escudo. El fusil contra la Moneda. Odio contra más Odio.

La situación se vuelve más crítica cuando los grupos que profesan estas ideologías aprovechan la situación para atraer a más fanáticos a sus filas, contaminando las mentes con insidias y argumentos enrarecidos para exacerbar aún más los ánimos. Y así, finalmente, la obra controversial se vuelve una lucha personal para las personas que caen en este juego, dejando los beneficios económicos en el camino.

El odio se vuelve un aliado poderoso, y un negocio redondo.

Personalmente, esto me parece de una maldad terrible. ¿Por qué alguien querría hacer que las personas se dividan de forma tan cruel por un beneficio personal? ¿Hay un bien común en eso?

Ciertamente, es el motivo por el cual los artistas panfletarios son tan poco respetables, pues esto los convierte en entes egoístas con el único objeto de la rentabilidad, sin medir las consecuencias de sus acciones.

los artistas quieren sobrevivir

Pienso en las personas que nos esforzamos en lograr del arte un instrumento de iluminación reflexiva. Mostramos parte de nuestra visión del mundo para influir en el tuyo. Incluso, mostramos cosas que ni siquiera nosotros fuimos capaces de ver. Crecemos junto con la audiencia de una forma placentera, pero también para obligarnos, a todos, a pensar y tomar decisiones sobre la realidad en la que vivimos.

Personalmente, no quiero que estés de parte mía; quiero tus críticas. Quiero que pienses y que busques, quiero contribuir a que analices tu propia realidad y seas parte de tu destino; no un perrito mimado dispuesto a la violencia cuando alguien ataca a tu dueño.

Pero, frente a esta perspectiva del arte panfletario, ¿para qué esforzarse tanto en mostrar una técnica exquisita si el beneficio del arte proviene de la simpatía y del impacto político de una obra, y no de los esfuerzos de repensar la realidad?

Gracias a esto, los artistas panfletarios y sus obras son, en su gran mayoría, mediocres: porque para crear una obra excelente necesitas gran esfuerzo, tiempo y experiencia, o sea, un saber hacer y comunicar con técnica y estilo. Para un panfleto solo necesitas publicidad.

Es esta infantilización del arte quizás, lo más molesto de todo. Y molesto porque no los puedo culpar. En latinoamérica, el arte paga poco y los artistas deben comer. Nacemos con vocación y no queremos morir en un trabajo de mierda mal pagado. Ante una perspectiva tan clara de satisfacción con tu vida, necesitas hacer que el arte lucre. Y buscas las formas.

En el afán de sobrevivir, la traición a tu vocación.

La realidad es compleja. El arte también

Los problemas de la vida real son mucho más simples que la figura de un mártir o un símbolo ideológico. Se trata de comprender cómo se conforman y se enfrenta la realidad, y no siempre es como te lo cuentan los fanáticos. La mayoría de las veces nos encontramos con medias tintas y situaciones extremadamente complejas que responden a un contexto específico. Es algo que necesitamos vivir desde diversos puntos de vista para poder comprender. Por eso mismo es necesario mantener un criterio que nos permita identificar y analizar todas aquellas situaciones de complejidad que se pretenden exponer en la obra. Es expresar el todo, lo bueno, lo malo; lo bonito y lo feo; lo heroico y lo deleznable; todo el conjunto.

Quien desea vivir del arte ─en general, todos los artistas dedicados─ debe ser cuidadoso al momento de exponer sus opiniones y, de igual forma, en la creación y exposición de sus obras. Eso implica tener un poco más decencia por la labor altruista del artista más que convertirse en un figurín de moda.

¡Por favor! ¡Ya basta de ver mamarrachos pasados por arte solo por tendencia!

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